CONFORME se acerca la campaña electoral -oficial- de Cataluña aumentan las dificultades para el desafío soberanista protagonizado por Artur Mas. La constatación de que una Cataluña independiente, separada de España, quedaría fuera de la Unión Europea y tendría que empezar el dificultoso proceso de adhesión a la Europa comunitaria, con el consiguiente deterioro de su posición económica, y la recobrada posición de los democristianos de Duran Lleida, socios de Mas en el Gobierno catalán, en contra de la declaración unilateral, suponen serios obstáculos a la apuesta del presidente de la Generalitat, iniciada tras la manifestación callejera de la Diada última. Estos datos vienen a cuestionar, como reflejan los sondeos de opinión, el propósito de Convergència i Unió de lograr en las elecciones autonómicas del 25-N la mayoría absoluta que reclama para liderar el proceso separatista. Lejos de modular sus objetivos, Artur Mas se ha decantado, como suele suceder con el nacionalismo, por la fuga hacia adelante hasta límites difícilmente aceptables desde el punto de vista democrático. En su encuentro con militantes y simpatizantes nacionalistas del pasado domingo, un Mas con pretensiones de líder épico llegó a afirmar que si los electores le otorgan una victoria contundente, "no nos frenarán ni tribunales ni constituciones". Una declaración inaceptable por antidemocrática, ya que trata de contraponer algunas de las expresiones de la democracia -la manifestación de la Diada o los votos de los electores- con otras instituciones que también son parte insustituible del sistema de libertades, como es la Constitución vigente, que precisamente permite los derechos citados, y lo son los tribunales de Justicia y constitucionales, que han de velar por todos los derechos y asegurar el cumplimiento de la ley. Al colocarse abiertamente al margen de la legalidad, el presidente catalán eleva el nivel de su disparatado desafío y se instala aún más en el callejón sin salida al que le ha conducido su política.

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