QUE no es Marcelino pan y vino, el niño abandonado que le llevaba esos dos alimentos a Cristo crucificado, ni Marcelino Camacho, el adulto que llevó a los trabajadores el alimento de la libertad sindical, ni Marcelino Oreja, que llevó a Europa la diplomacia de la España democrática, sino Marcelino Iglesias, el presidente socialista de Aragón.

¿Y qué lleva este Marcelino desconocido, tan distinto a los tres Marcelinos por antonomasia de la España contemporánea? Marcelino Iglesias no lleva, sino que trae. Trae un anuncio sorprendente que, a la vez, es aldabonazo a la conciencia de políticos apoltronados. Ha dicho que no se presentará a la reelección como presidente de su comunidad autónoma en la próxima convocatoria electoral.

Lo ha dicho con una antelación sin duda deliberada. Las elecciones autonómicas aragonesas se celebrarán en 2011. Por tanto, le quedan a su partido, el PSOE, tres años para encontrarle sustituto. "Es más lógico abordarlo desde ahora que no dar una sorpresa en el último momento", declaró a la SER. Impecable: lo que aplazado hasta última hora sería una fuente de tensiones, inestabilidad y crisis, advertido en este momento se convierte en pauta de comportamiento, responsabilidad y discreción.

Tan impecable como el argumento de su renuncia. Iglesias está convencido de que los diez años de presidencia que habrá ejercido en 2011 son suficientes para desarrollar una tarea, "y sobre todo para no convertirse en imprescindible". Así se habla, sí señor. He aquí un líder político que no busca eternizarse ni piensa que tras él, y sin él, vendrá el diluvio. Demuestra la sabiduría precisa para asumir que los cementerios están llenos de gente imprescindible. Mejor dicho, de gente que se creía imprescindible.

Es difícil no creérselo cuando uno está arriba, rodeado de hombres y mujeres que se lo dicen continuamente. A Manuel Chaves, cada vez que ha amagado con marcharse ordenadamente, el entorno le ha acabado convenciendo de su imprescindibilidad, bien con palabras zalameras, bien organizando movimientos encaminados a controlar su sucesión. En 2012, cuando haya de nuevo elecciones andaluzas, habrá cumplido veintidós años al frente de la Junta (recuerden: a Marcelino Iglesias diez años ya le parecen bastantes). La mitad de los andaluces, calculo yo, habrán nacido o alcanzado el uso de razón con un solo presidente. ¿Hay algo más conservador que esta repetición?

Creo que Chaves es consciente de la contradicción, aunque le falta firmeza para imponerse a los suyos. En esta etapa cree que es pronto para impulsar a un delfín, pero en cuanto pase el ecuador de esta legislatura temerá improvisarlo y dividir al PSOE. Otra vez.

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