Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

La esencia del barrio

LA comida de un restaurante exquisito es una cucada que de vez en cuando se agradece sin dejar de reconocer por ello que, como lo que yo me preparo en la cocina de mi casa, nada. Aunque sea un bocadillo de mortadela con aceitunas, que es lo que se le apetecía ayer a José Luis Figuereo, El Barrio, después del almuerzo chic que mantuvo en Sevilla con un reducido grupo de periodistas.

Cinco éramos los profesionales, tres de prensa gratuita y dos, servidor y un compañero de la competencia, cuyas informaciones -ésta sin ir más lejos-, se leen bajo el precio del periódico que las ofrece. Así que intentaré que, en lo que al menos a mí respecta, les haya merecido la pena pagar el euro del diario (tampoco esperen demasiadas filigranas porque uno, como el cantante gaditano del que hoy les cuento, mientras más claro, sencillo y directo todo, mejor que mejor).

Cree el artista que la clave de su éxito está en la inaccesibilidad, en no comparecer por ningún certamen donde se le haya requerido su presencia, en ni siquiera aceptar premio alguno que se le haya pretendido otorgar pues, todavía, está por aparecer el que él anhele. Seguro que, como Marlon Brandon, si al gaditano le concedieran un Oscar mandaría a cualquiera en cuya causa creyese para que lo recogiera en su nombre antes que pasar él por la alfombra roja.

Entre setecientos y ochocientos mil discos vendidos en su carrera, giras donde se ven obligados a duplicar actuaciones en algunas plazas por la afluencia de público, seguidores que aguardan las colas que tengan que aguardar para un autógrafo de su ídolo... sin salir en televisión, ni en revistas, ni tan siquiera apenas en la radio. ¿Cómo se lo explican?

Sentado a mi diestra, tan cerca del corazón, sólo tenía ojos para mirar su humilde estampa y reafirmarme en lo de siempre: "Mientras más grande, más sencillo". Igual que pasa en las ciudades millonarias en habitantes donde, sin tiempo para mirar al cielo, la serenidad se busca entre esa gente nuestra que, ajenos a nuestros éxitos, nos recuerdan que, al final, seguimos siendo los mismos.

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