Paisaje urbano

Eduardo / osborne

De etiqueta

ESTOS días he recordado una anécdota que contaba Mariano Rajoy cuando era ministro de Cultura en uno de los gobiernos de Aznar. Era la entrega de los Goya de aquel año y recibió la oportuna invitación de la Academia para el acto. Señores, esmoquin; señoras, traje largo, decía el tarjetón. Cuando me planté allí con mi esmoquin y mi pajarita, venía a decir con sorna, resulta que el único que cumplía con el requisito de la etiqueta era yo. Todos recordamos aquellas famosas ceremonias con la progresía de guardia de riguroso negro descamisado con chapita contra la guerra de Iraq.

Mucho ha cambiado España desde entonces, y la ceremonia de los Goya no ha sido una excepción. La otra noche estaban más o menos los de siempre, hubo las clásicas reivindicaciones contra la política cultural del gobierno, y se captaba esa atmósfera cultureta y narcisista de la gente del cine cuando se ofrece en público. No sé si porque ya no está Wert y al nuevo ministro casi ni lo miran (mejor así), o porque preside ahora el actor Antonio Resines, que parece tan buena gente fuera como dentro de la pantalla, o porque Javier Bardem amasa ya tanta fortuna que le da corte dar la tabarra con proclamas revolucionarias, pero lo cierto es que aquello tiene otra pinta, más burguesa, más convencional… sólo hay que ver la cantidad de pajaritas negras que sobrevolaban el auditorio.

Hasta Pablo Iglesias iba de rigurosa etiqueta, dice él que para escenificar su apoyo al cine español y a su presidente, que al parecer se lo pidió expresamente. Sostengo que al líder de Podemos el disfraz habitual de delegado de curso de facultad de letras no le da votos, sino que le resta. Si en vez de ir con esa pinta que echa para atrás fuera con su chaqueta de sport y los pantalones de pinzas, tipo Tsipras, el deseado sorpasso estaba más que hecho. Ahí estaba Sánchez, desubicado y anodino con su look de ligón de discoteca. El verdadero golpe de efecto hubiera sido ver vestido a Iglesias delante del Rey como marca el protocolo, que por descontado le fue informado, pero le pudo más la estética 15-M.

Ir a los Goya de esmoquin le puede quedar bien como golpe de efecto ante la propia clientela, y es otra muestra de esta teatralización de la política a la que es tan aficionado, pero en el fondo no es más que una pose sin fundamento. Y además, para llevarlo de esa manera, mejor hubiera quedado con los vaqueros y la camisa remangada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios