Luces en Francia

Para un español debería ser gratificante dejar de estar encerrado con el disparate catalán y mirar hacia Francia

Sentirse europeo implica ilusionarse por las cosas que marchan bien en otro país del continente y apreciarlas como si fueran propias. Y para un español debería ser gratificante dejar de estar encerrado con el disparate catalán, como único horizonte, y mirar en estos momentos hacia Francia. Allí está fraguándose algo a lo que hay que estar atentos. Macron ha logrado movilizar al país, suscitando debates sobre cuestiones primordiales, no sobre identidades, ocurrencias y caprichos verbales. Y lo que es aún más llamativo, en las polémicas que ha planteado está dando la cara y quizás por ello mismo, han acudido a ese envite un buen plantel de intelectuales.

Fenómeno sorprendente, porque desde hace décadas esa peculiar clase francesa, "la inteligencia", parecía desdeñar el descenso a la batalla de ideas y al cuerpo a cuerpo con el poder político. Todavía es pronto para saber cómo se concretarán los pasos de la teoría a los hechos y cuáles serán los logros económicos y sociales del gobierno de Macron. Pero ya ha suscitado, cuando menos, una atmósfera febril que desentumece a una nación alicaída, falta de nervio y en fase de hipotecarse en manos de un poderoso movimiento populista. Quizás por eso, este nuevo presidente-filósofo -como muchos le llaman- no ha dudado en convocar directamente a la sociedad civil, recorriendo y poniendo el oído en cada rincón de Francia.

Está sobrado de ideas y capacidad de maniobra, pero cabe la duda de si tantas expectativas quedarán reducidas a seducción y puro espectáculo. De momento, esta efervescencia prende en la gente y ha obligado a una refundación total de los partidos tradicionales de la izquierda y la derecha, tal como aconteció con de Gaulle en 1958. De lo anterior podría deducirse que para alguien que procedía de la nada política, sin apenas aparato ni militancia, su objetivo inmediato debiera ser atar Francia "primero": ganarse el aplauso de los suyos. Pero no, sus ambiciones se han extendido desde sus comienzos también Europa, como otro gran baluarte a remover con ideas igualmente prometedoras. ¿Y si a este gran taumaturgo las cosas le salieran bien?

De momento a los españoles ya nos ha dado un buen ejemplo en Córcega: ha visitado la isla y ha contestado a las demandas de los nacionalistas. Con toda contundencia y solemnidad les ha dicho, lo que los representantes del Estado español debieron decir en Cataluña hace, más o menos, cuarenta años. Lean el discurso-respuesta a los corsos de este presidente-filósofo.

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