Saber lo que es lo más correcto, lo más cierto y lo más verdadero para cada uno, podría parecer una ardua tarea.

Nuestra mente, nuestro pasado, nuestros patrones nos controlan de tal manera que no somos capaces de ver la simple verdad en las distintas situaciones, incluso las más cotidianas.

Intentamos poner barreras a lo que realmente tiene que suceder, queremos controlar algo que es más fuerte que nosotros mismos. Pensamos que nuestra voluntad y nuestro libre albedrío puede cambiar nuestro destino y el de la misma humanidad. Pero la vida tiene sus propios mecanismos insondables y la mayoría de las veces incomprensibles.

Apostamos en espadas, pero al final pinta en oros, exigimos unos futuros y diseñamos proyectos e ideas, delineamos hasta el último detalle, y sin pre aviso la vida nos sigue poniendo irremediablemente en nuestro lugar. Cada vez que me hago más mayor creo más en el destino. Siento que hay una fuerza más poderosa que yo que me va llevando quiera o no quiera por los caminos que ella designa. La persona obstinada y centrada en los deseos de su propio ego hará todo lo posible por enderezar a su antojo esa fuerza poderosa, pero siendo testigos de una derrota tras otra, de un traspiés tras otro, de algo que nunca se llega a manifestar, cuando sentimos que llegó el momento de tirar la toalla, ahí empieza ese momento de silencio. Un silencio creativo en el que dejamos nuestro afán controlador y permitimos a la vida que tome realmente las riendas, permitiendo que nos acerque esa ola en la que cabalgar fluidamente compenetrándonos así con en el flujo de la existencia y navegar en el mismo sentido en el que nos lleva la corriente.

Nacimos con un hilo rojo y ese hilo, queramos o no, nos va guiando y forjando nuestro presente y, por ende, nuestro futuro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios