HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

La inmediatez

EL que las noticias lleguen al rincón más ignoto del mundo en segundos nos ha hecho tener una idea falsificada de la realidad. Groenlandia, además de no haber estado siempre en el mismo sitio del planeta, se ha helado y deshelado en tiempos históricos, no digamos en los prehistóricos. Los colonos establecidos allí acabaron aburridos del clima hostil, de unos inviernos especialmente fríos que vinieron, creo que en el siglo XVIII, y la abandonaron casi todos. No nos enteramos ni nos interesaba. Casi nadie pensaba en ir a Groenlandia, como no fuera en una expedición científica. Hoy sabemos más de Groenlandia que de nuestro municipio: leemos mapas de los glaciares, de los límites de los hielos en los últimos cien años y de la vastísima tierra misma. Lo que no entiendo bien es la alarma. ¿Para qué tantos glaciares? ¿De qué nos vale un continente, más que isla, cubierto por una capa de hielo de dos kilómetros de grosor?

El peligro está en que el nivel del mar subiría y sería catastrófico para las costas habitadas. Desde luego; pero no va a subir de golpe a menos que sobre Groenlandia cayera Vesta de improviso. El mar ha subido y bajado de nivel varias veces antes de que existiera el hombre. En las plataformas continentales no hay grandes ciudades sumergidas, salvando las míticas de la imaginación, porque la última vez que estuvieron al descubierto la humanidad estaba en mantillas en el interior de África, entretenida con la caza y matando al vecino competidor. Los glaciares, me dicen, son depósitos de agua dulce que, si fueran al mar, se perderían. El agua nunca se pierde, y, por otra parte, ¿es sencillo y barato remolcar un iceberg hasta las zonas sedientas? Se ha hecho ya, no sé con qué resultado. En cuanto a la subida del nivel del mar, me temo que sea inevitable una vez más, hagamos lo que hagamos. Como mucho, se podrá retrasar.

El hombre construyó ciudades a la orilla del mar porque le hacían falta para el comercio y la navegación, y las hizo porque pensaba que el mar iba a estar siempre en el mismo sitio. Venecia se fundó donde está para aislarse de las invasiones, pero otras ciudades antiguas como Atenas o Roma, se fundaron en alto y a distancia prudente de la costa para prevenir incursiones de barcos extraños. Después construían el puerto y, si lo asaltaban piratas, se acababa por recuperar, y el gobierno, la población, los templos y el tesoro quedaban a salvo y daba tiempo para preparar la defensa. Lo que no se puede pedir es que la humanidad se comporte como adivina con mentalidad científica. Los adivinos y los científicos comen todos los días; la humanidad, no siempre, y hace lo que su especie le manda. El ecologismo del cambio climático es una cursilería del pensamiento conservador y una neurosis del llamado progresista. La Humanidad sobrevivirá a pesar de ambos.

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