Van por modas. Los nombres propios, como los estampados de las camisas, están sometidos a esa dictadura escurridiza que convierte en bonitas aquellas cosas que muy pronto pasarán a ser espantosas, y hace que en algún momento la gente se pegue bofetadas por tener lo que poco antes se había considerado un horror.

Las primeras víctimas de estas modas nominales son los bebés, que si son niñas, por culpa de las telenovelas han dejado de llamarse como sus abuelas (a menos que tengan alguna abuela que se llame Laura Vanessa), pero que además, si nacen niños, tienen muchas papeletas para acabar llamándose igual que las estrellas del fútbol (lo cual es incluso peor, ya que Lionel es un nombre de lo más cursi.)

Asimismo hay modas para bautizar a las mascotas -que por eso cuando yo era pequeño todas las perras se llamaban Laika y era imposible nacer canario sin que te enjaularan bajo el nombre de Carusso-. Pero donde más se notan las modas a la hora de poner nombres es en el callejero de los pueblos. Si cuando estaba de moda la artesanía, a las calles les ponían los nombres de los oficios que se practicaban en ellas (y por eso abundan las que se llaman Carpintería, Curtidores, etc.), cuando se puso de moda ir declarando guerras, a las calles les empezaron a poner los nombres de los generales y los de las batallas con las que iban machacando al enemigo.

Por esa razón el mundo está lleno de avenidas que recuerdan a unos para tocarles las narices a los otros. Y como todo depende de las modas, es normal también que con el tiempo, si la calle en la que uno vive se llama, pongamos por caso, GeneralFulano, al cambiar el color del gobierno municipal, pase a llamarse, por ejemplo, AlcaldedonMengano, siempre que don Mengano fuera rival del tal Fulano, que al fin y al cabo es una manera como otra de cambiar de domicilio, pero sin tener que llamar al camión de las mudanzas.

Estas polémicas dejarían de producirse si a las calles les pusieran nombres que no tuvieran nada que ver con la política. Si llevaran nombres tan sonoros como la calle Campanillas, o tan simpáticos como la calle Pajarete, esto de ir cambiando el nombre del coronel de un bando por el de un coronel del otro, dejaría de ser una pesadez.

O eso o apostar por un apaño más conciliador. Como parece engorroso cambiar una avenida que se llame delCaudillo por otra que se llame, por ejemplo, delGatoconBotas, si hay que seguir rindiendo homenaje a todos esos héroes y villanos del pasado, por lo menos, que se haga de manera salomónica.

¿No hay aceras en las que se puede aparcar únicamente los meses pares, para que durante los impares haya que aparcar en la de enfrente? Pues empleando esa saludable alternancia, para seguir rotulando las calles con nombres de generales y de ministros que hagan las delicias de los nostálgicos, ¿por qué no se establecen unos turnos? Así, la calle dedicada a los Caídos de la División Azul durante los años pares podría llamarse CamaradaPasionaria, o FumadorSantiagoCarrillo, los que fueran nones. Y todos tan contentos.

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