Que viene, que viene… La crisis se ha nos venido encima como una tormenta tropical y amenaza con llevarse por delante a todo bicho viviente. Y nosotros aquí, plácidamente, sin experiencia en este tipo de fenómenos, ni meteorológicos ni financieros, sin tabicar puertas, ventanas y cuentas corrientes, sin taponar rendijas y, así, cuando ha llegado el vendaval nos ha pillado a todos en pelota picada.

Y claro está, el miedo se nos cuela por las verijas y nos ponemos temblones como magdalenas recién mojadas. Y es que era demasiado bonito para que fuera verdad. Vivíamos en el oasis de la placidez, del bienestar, sin preocuparnos, no ya de los otros, ¡menudo aburrimiento!, sino del futuro. Esto era Hollywood: nuestra economía iba viento en popa y todo era válido con tal de hacer dinero fácil. Hoy, pendulones como estamos, nos acordamos de los argentinos y de su "corralito", y la tripa se nos afloja, y comienzan, intestinos abajo, los efluvios en forma de malos olores.

Nuestra reciente historia económica se asimila al conocido refrán, "ayer putas, hoy comadronas", sin darnos cuenta de que esa manera alegre de dar a luz, en forma de ganancias rápidas y sin escrúpulos, podría desembocar en volvernos otra vez, sin remisión, en simples busconas. Y lo peor del caso es que, como no tenemos ni idea de economía, la lluvia de noticias que nos llega (el Plan de rescate de Bush, la caída del IBEX, el Ecofin, Wall Street o las entidades financieras que quiebran como árboles podridos) no hacen más que ponernos la carne de gallina. Claro que no hay que saber de economía para observar cómo crece sin cesar el número de parados, cómo nace la inquietud por saber cuando nos tocará a nosotros el gordo del desempleo, por determinar cuándo se nos acabará el subsidio del paro (que en estos momentos, temporalmente, sofoca los problemas de los sin empleo) y, por fin, por experimentar en nuestras carnes que ahora toca no ya apretarse el cinturón, sino ahorcarse con la susodicha prenda.

Y como uno es más de letras que de ciencias, que eso del IBEX no deja de ser unas siglas extrañas, se aferra a la literatura y se acuerda de Bertolt Brecht y de su comentario: "Es más delito fundar un banco que robarlo". Y mucha razón tenía el alemán, que la economía mundial se ha sustentando, en época de bonanza, en ladrones de guante blanco y corbata que, con la ley en la mano, han exprimido nuestros recursos para generar cuantiosos dividendos. Para ellos, claro está. Y cuando, como ahora, pintan bastos se transforman en "menesterosos" a los que los estados deben de ayudar, y con nuestros impuestos se socializan sus pérdidas. ¡Menudo negocio!

Vivimos días difíciles para alcanzar la quietud. Por eso, tal vez, lo mejor sea maldecir el dinero, y esperar a que llegue la calma chicha, y aprender, porque de esta saldremos. Y es que los malditos sabios económicos inventarán nuevos métodos para seguir robándonos los escasos ahorros que nos queden. Si es que algo nos queda tras la crisis.

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