Me acuerdo que cierto día, mi hijo, según él sin darse cuenta, rompió un objeto de valor sentimental para mí. Ante la bronca, el pobre se disculpaba diciendo que lo había hecho sin querer. Mi ofuscación continuaba y seguía recriminándole: "¡Hombre, podrías haberlo hecho queriendo!". La frase se ha hecho típica y mi entorno, en cualquier situación parecida, me repite con sorna: "¡Hombre, podrías haberlo hecho queriendo!". Todo esto viene a cuento cuando el otro día conocimos la noticia de que en el Hospital de Ronda se habían instalado ascensores tan pequeños que no cabían las camillas de los enfermos. El asunto es absolutamente surrealista; digno de figurar en la mejor antología de los grandes disparates. Es incomprensible que esto pueda ocurrir. Algo así, desgraciadamente, se repite con demasiada frecuencia en esta sociedad nuestra de tantas esquivas situaciones. Sin embargo, más surrealista que la propia absurda acción de los ascensores hospitalarios de la ciudad del Tajo fue la manifestación de una alta dignataria de la Junta de Andalucía, última responsable del asunto: "¡Eso es algo puntual, no ocurre siempre!". Estaría bueno que no fuera una cosa rara y que ocurriera siempre que se colocaran ascensores en los hospitales. Probablemente tal joya dialéctica estuviese motivada por los duros efectos del calor que produce esa ola en la que nos encontramos. Como los rigores preveraniegos que venimos sufriendo se extienden por toda la Península, algo habrá afectado, también, al Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid para decir que el calor se puede combatir en los colegios sin aire acondicionado con abanicos de papel hechos por los propios alumnos. Es una medida beneficiosa y altamente educativa. "¡Ole, las luces del Consejero!".

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