No es ninguna ciencia exacta y por eso la Medicina no se estudia en la facultad de Matemáticas, sino en otra. Por mucho que se investigue, por más experimentos que se hagan y enciclopedias que se escriban, tampoco es que los médicos se acaben de poner de acuerdo sobre lo que conviene a los pacientes, que encima cada uno es de su padre y de su madre. Pero es que cada médico también es de su padre y de su madre, y a lo mejor esa es la causa por la cual los cardiólogos en La Rioja seguramente no vean nada malo en beber vino durante las comidas, cuando quizás, si en vez de atender allí, atendieran en un ambulatorio de Teherán, no solo pensarían que el tinto es veneno, sino que acompañarlo de un poco de jamón de bellota vendría a ser para el organismo lo más parecido a comer una brocheta de uranio (opinión en la que chocarían frontalmente con los médicos que pasan consulta diaria por la parte de Jabugo.) Etcétera.

Dejando a un lado esas razonables diferencias generadas por el relativismo sanitario, en lo que sí parece que están completamente de acuerdo los médicos españoles es en denunciar la proliferación de clínicas sospechosas y de impostores que prometen curar lo incurable, aunque no sepan diferenciar el páncreas de la cóclea.

Para perseguir esos fraudes (pues los falsos médicos no trabajan por amor al arte, sino para sacarle los cuartos a toda la gente desesperada que se agarra a un clavo ardiendo con tal de curarse) han creado un Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias. El nombre se las trae, ya lo sé, pero es que las prácticas delirantes que se intentan perseguir desde ese observatorio van desde la sanación cuántica (que se llama así como se podía haber llamado sanación corpuscular, o microcósmica, o lo que a usted se le ocurra, que para estas faenas ancha es Castilla), pero que también está la oligoterapia, la medicina holística y no sé cuántas variantes más del timo sanitario.

Cuando alguien acude a una clínica de angeloterapia (donde se sustituyen los fármacos por un tratamiento a base de ángeles y serafines), no parece que haya estafa, pues confundir semejante cosa con la ciencia médica es harto improbable. Tampoco creo que haya estafa cuando el encargado de la curación se presenta ante el paciente tocado de un turbante y encendiendo cuantas velas encuentre a su paso.

Pero es que luego están las dietas alcalinas, o la ozonoterapia -que ya suenan a ciencias de las buenas- y claro, como además las placas que colocan en las puertas de las consultas son casi iguales que las que colocan los cirujanos de verdad, lo ponen muy difícil para discernir si allí atienden personas de orden o charlatanes de feria. Es una batalla casi perdida porque mientras los profesionales de la Medicina se tengan que apañar con sus anestesias y sus bisturíes (que hacen el avío, pero no milagros), poco podrán hacer contra esa avalancha de sanadores prodigiosos, que cuentan con aliados más potentes, como las energías isodinámicas, o subatómicas, o nanotérmicas, y contra eso no hay quien pueda.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios