Editorial

Tres mil parados más cada día

LA abultada partida prevista por el Gobierno en su proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2009 para asegurar la cobertura del desempleo no puede estar más justificada, por más que vaya destinada a combatir los efectos del paro y no sus causas. Incluso un Gobierno tan optimista como el que preside Rodríguez Zapatero ha de estar gravemente preocupado por la situación de desempleo creciente que padece la economía española. Los datos conocidos ayer, referidos al mes de septiembre recién concluido, son especialmente dramáticos: más de 95.000 españoles se quedaron sin trabajo en esos treinta días, pero es que ya en agosto perdieron su empleo un número aún superior de trabajadores. El resumen es altamente significativo: tres mil parados más cada día. No hay ni siquiera que subrayar que detrás de cada uno de estos tres mil parados diarios hay una historia de desvalimiento familiar, pérdida de autoestima y empobrecimiento, aparte de la merma de riqueza colectiva que supone tener mano sobre mano a una parte tan importante de la fuerza de trabajo disponible. Son 2.625.368 los desempleados censados en el Inem, lo que, en relación con la población activa, coloca a nuestro país a la cabeza del paro dentro de la Unión Europea. Un dudoso honor y un nefasto liderazgo. En septiembre, además, se ha producido una destrucción neta de puestos de trabajo, ya que ha descendido el número de personas afiliadas a la Seguridad Social. El panorama social no es nada halagüeño, sino todo lo contrario, sin que las medidas adoptadas por los gobernantes permitan avizorar un horizonte de recuperación, limitándose más bien a suavizar las consecuencias de la crisis que a afrontarla con coherencia y sacrificio, y a confiar en un cambio de la coyuntura internacional que devuelva las cosas a la etapa de vacas gordas que acabamos de liquidar. Es un magro consuelo, en todo caso, para los tres mil desempleados de cada día registrados en los últimos meses y para los que se van a registrar, ya veremos si en idéntico o superior número, en los venideros. No hay razones para estar tranquilos.

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