Adrián Fatou

Otra mirada, vivir la calle

EL título de este artículo puede parecer una redundancia del nombre con que bautizamos esta página de fotografía. Pero quizás, en ninguno de los artículos de las más de doscientas páginas que llevamos ya publicadas cobre más sentido utilizar ese título. Porque en todos ellos les he ofrecido las imágenes captadas por profesionales o personas muy aficionadas a la fotografía, que con sus diferentes miradas de fotógrafos han registrado una realidad que normalmente les es ajena, o cuando menos indirectamente relacionada o reflejada.

Pero por primera vez les traigo a esta página un trabajo realizado por personas que no tienen una intensa vinculación a la fotografía, pero que su auténtica exclusividad radica en ser ellos mismos, los autores de las fotografías, los protagonistas de esa realidad que intentan reflejarnos. Una realidad tremendamente cruel, inhumana y actual. La realidad de las personas que en estos momentos no tienen techo ni condiciones dignas para sobrevivir. Es la realidad de los que viven en la calle, de los que la sociedad ha excluido o expulsado de sus entrañas para convertirlos en desheredados de la condición humana.

Y en esta exposición, que se puede contemplar en la Casa de la Mujer de la calle Liebre 23, son ellos mismos los que toman una cámara para contarnos su historia, su vida, su soledad, su aislamiento, el rechazo que les margina. Son ellos los que intentan utilizar otro lenguaje para captar nuestra atención, ya que sus palabras enmudecen ante una sociedad que no quiere ni oír de ellos. Son ellos mismos, los protagonistas, los que con el lenguaje universal de la fotografía intentan que su llamada de auxilio llegue a las conciencias de una sociedad que hasta ayer mismo vivía adormecida y empachada de consumismo. Ellos mismos los que piden ayuda para que colaboremos en su reinserción.

Imágenes simples pero honestas. Claras y nítidas, directas, sin florituras ni tintes cursis de belleza. La realidad, cruda y cruel, excluyente e insolidaria, hiriente e ignorada.

No esperen ustedes ver montajes espectaculares, ni grandes formatos, ni metacrilatos perfectos. No es ninguna sala del Guggenheim, ni cuenta con la última tecnología en iluminación. Es en la Casa de la Mujer, un espacio modesto pero lleno de luz y de paz, que les hará sentirse tan a gusto contemplándola que desearán quedarse sentados en la escalera del patio viendo discurrir el tiempo y las imágenes.

La exposición está organizada por el Ayuntamiento de Jerez y Cáritas, pero apresúrense porque termina mañana.

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