HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Un mito persistente

Los mitos no se destruyen, se transforman como la energía. Pero hay unos, como la salud, que resiste todos los cambios sociales y políticos, todos los cataclismos y religiones. Para recordárnoslo hoy es el Día Mundial de la Salud, cuya pretensión es que tengamos una vejez sana y larga y veamos cómo van muriendo todas las personas que nos importan, mientras nosotros seguimos viajando y yendo al gimnasio con ánimo alegre y espléndido aspecto. Los jóvenes también deben preocuparse por la salud, pero cuando vienen a darse cuenta de que deben hacerlo ya no son jóvenes. Las enfermedades atacan a los viejos, organismos cansados y gastados que han cumplido su ciclo vital, lo mismo que las ágiles fieras carnívoras atacan a los lentos rumiantes enfermos y ayudan a la selección natural. No quiero parecer cruel, es que la naturaleza lo es y no parece que vaya a corregirse.

El mito de la salud es antiquísimo y existe desde que la especie humana se preguntó por primera vez sobre la razón del dolor y la injusticia de la muerte. En las tierras del Preste Juan de las Indias hay "una fuente de eterna juventud cuyas aguas curan las enfermedades y dan la inmortalidad; allí no existe el pecado ni la pobreza, y nadie roba ni miente." Salud del cuerpo y del alma juntas. Lástima que no hayamos dado con ellas por más que papas y emperadores enviaron embajadas a buscarlas. El imaginario colectivo ha creado islas maravillosas de la felicidad que se alejan o desaparecen cuando estamos cerca de alcanzarlas, y geografías laberínticas e implicadas, caminos hacia el paraíso perdido que nos espera intacto. Mitos de la salud, que comportan ausencia de dolor y preocupaciones, de ansiedades y dudas. El éxito antiguo de astrólogos, adivinos y taumaturgos llega hasta nuestros días.

La salud moderna quiere estar en consonancia con la razón, y así no hay manera porque siempre se tuerce algo. Tal vez los progresos de la genética nos darán listas al nacer de los riesgos que corremos, o suprimirán el gen maléfico. De momento seguimos con ideas tradicionales: en época de hambres cíclicas, la comida era la salud; en tiempo de abundancia, la salud es comer apenas de todo lo que no nos gusta. El reposo y la vida muelle nos auguraban una larga vida y ahora nos matan. Desde la juventud incipiente se nos aconsejan métodos para vivir mucho, a cambio de renunciar a los arrojos propios de la juventud, cuando la solución a las enfermedades y al deterioro de la vida debería venir de fuera, como fue siempre: buscando las tierras del Preste Juan y las islas paradisíacas, consultando oráculos y taumaturgos, que son los actuales médicos, químicos y farmacéuticos, obligados a descubrir fármacos milagrosos sin que para vivir tengamos que renunciar a la vida.

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