El centro de Jerez se muere. Está sentenciado. No tiene remedio; lleva meses desahuciado, y sólo falta poner sobre su lápida vital la fecha de su defunción.

Duele escribir con la cólera entre los dedos y la impotencia en los labios, pero más duele ver como el jerezano de a pie mira para otro lado y saca su mirada conformista una vez más.

Y como yo escribo en base a lo que siento, y de conformista ya me queda poco, junto palabras desde la rabia, la furia y la resignación que me trasmiten los ojos de esos amigos que en su día apostaron sus ahorros y sus sueños en levantar un negocio en el centro, … y ahora ven cómo el centro se va convirtiendo en un desolador cementerio.

Y ya saben lo que uno encuentra cuando visita campo santo: recuerdos, nostalgias, humedades, …

Quizás por eso las grandes firmas huyan despavoridas de sus enclaves estratégicos sin mirar atrás, antes de que sus clientes les paguen con coronas de flores.

Quizás tenga que ver algo las chapuzas de alquitrán que están salpicando y humillando calles y plazas de una ciudad que cuenta historias por siglos. Perdona Angustias, porque no saben lo que han hecho contigo.

O quizás es que tengamos una clase política inepta, nula e incompetente, que una vez más ha sacado a relucir sus torpes luces a la hora de gestionar y apostar por lo nuestro.

Pero claro, salir en la foto de Fitur es necesario para sus bolsillos, mientras que los que nos quedamos aquí vemos como nuestra ciudad sobrevive de milagro sobre sus talones de cristal.

Queridos políticos de mi ciudad: marcharos de una puñetera vez. Pero marcharos todos. Los que mandáis y los que apenas replicáis. Sois un enorme fracaso y una cruda decepción.

Mi ciudad no merece morir así… y vosotros no os merecéis mi ciudad.

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