Manuel Rios Ruiz

Cómo la mujer de hoy cuida su belleza

ANACREONTE fue, sí Anacreonte, quien exaltó la belleza de la mujer magníficamente, al final del siguiente párrafo de sus 'Odas': "Zeus concedió los cuernos al toro, los cascos al caballo, las patas ligeras a la liebre, la boca armada de dientes al león, las espinas a los peces, las alas rápidas a los pájaros y al hombre la razón. Nada le quedó para ser concedido a la mujer. Y entonces le otorgó la belleza, para que dispusiera de ellas en lugar de garras, las alas o cualquier otra cosa. He aquí por qué las mujeres hermosas vencen incluso al hierro y al fuego". Y la mujer siempre ha cuidado su belleza, pero en nuestra época lo hace más que nunca. Por eso los laboratorios de productos cosméticos tienen su literatura seductora, una especie de libro blanco de la belleza.

Y en sus páginas se advierte algo fundamental, que todo cuidado es poco para eliminar los defectos de la piel, para que toda piel resplandezca como una aurora boreal. Lo primero que le inculcan a la mujer con su lectura, es como se consigue un bello cuerpo bien firme, con ungüentos que moldean el busto y los muslos. Es una lección que va desde la conveniencia de usar la eficacia de la aromaterapia, al placer de un baño de con el aroma de flores exóticas, hasta terminar con los perfumes, uno de ellos según el redactor del escrito: "Lírico, vibrante, colorista como un canto de ópera". Enterados de los tantos poderes de los cosméticos, se puede considerar que por tamaña razón existen actualmente tantas mujeres llamativas, cual candidatas a concursos de belleza. Y posiblemente, las mujeres se cuidan ahora con un sentido más práctico que antes, aunque para ello tengan que estar esclavizadas a la crema hidratante y a la crema limpiadora, a la mascarilla de verduras como una plasta, a los lápices perfiladores, a los ejercicios gimnásticos más o menos largos y entretenidos, al maquillaje de la mañana, al de la tarde, al de la noche… Una tarea sin sucesión de continuidad, una preocupación constante ante el espejo, que las mujeres de hoy soportan con suma paciencia, porque les compensa anímicamente que otras le envidien la tirantez del cuello y la clarificada frente. Según Gabriele DÀnnunzio: "El ropaje de toda esperanza es la belleza". Y en lo concerniente a la mujer puede ser así en muchísimos ejemplos. Y para un inmortal pensador, Marsilio Ficino, si el amor es un deseo de disfrutar de la belleza, la belleza es un resplandor que atrae a sí el espíritu humano. En esta tesitura, Gilbrán Jall Gibran, el autor de 'El profeta', ha escrito: "La belleza es la eternidad contemplándose en un espejo". Se supone que en cierto sentido esa es la aspiración de algunas mujeres bellísimas y famosas. Los cosméticos les ayudan en sus deseos fervientes. Ahora bien, lo mejor y más positivo de los tratamientos de belleza, sería que los pudieran recibir todas las mujeres del mundo, no solamente las privilegiadas económicamente.

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