La columna

Bernardo Palomo

Una de normales y mortales

Nuestros políticos, con lo que tienen encima, con lo que se le exige por el cargo que ostentan -¡que no se hubieran presentado!-, con los de la acera de enfrente siempre con la escopeta cargada para darles el empujón definitivo y con los chicos de la prensa buscándoles las vueltas, tienen que estar siempre en perfecto estado de revista. Eso es lo que deberían, que casi siempre de eso que tú dices hay más bien poco. Bueno pues, lo cierto es que son personas y con tanto lío, a veces, se olvidan de que son políticos y actúan como personas.

¡Ojalá, actuaran más como esto y no en ese constante fingimiento y en ese aparentar que son lo que no son y que dicen lo que, en realidad no sienten! En definitiva que, el otro día, al pobre de Rajoy, lo pillaron en su faceta humana. ¡Cómo, no estaría! No hombre, ¡lo que nos faltaba! No me refería a esa faceta tan humana que, por lo visto, también la deberá tener.

Resulta que, como le ocurriría al noventa por ciento de los normales. ¡Querrás decir de los mortales! No, de los normales, que vaya columnita que me está saliendo con tanta exclamación y tanta preguntita. Pues eso, que Rajoy ante el dilema de irse de fin de semana largo - como todos los normales y todos los mortales -, o quedarse a lo del desfile del Día de la Raza - ¡no eres tú antiguo!, bueno, al Desfile; al pobre no le apetecía y dijo lo que hubiéramos dicho la mayoría de… los mortales normales: ¡el coñazo del desfile! Lo normal, una frase, sin más, de la que el hombre tenía toda la razón del mundo.

¿O es que un desfile no es eso que dijo Rajoy? Al pobre, una vez que dice lo que piensa, se le da por todas partes. Luego, vamos y le exigimos que no mienta. Pues eso, dijo lo de que hubiéramos dicho todos los…

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