Hubo una maldita noche que salió llorando del campo, pero hubo muchas noches y muchísimas tardes que puso de pie a todo el estadio. Hoy se oficializa una leyenda llamada Enrique Montero. Mediante ese magnífico invento que es el Dorsal de Leyenda, un gran futbolista se hace oficialmente legendario como protagonista muy principal en la historia del Sevilla y representante indiscutible de la esencia del fútbol sevillano.

Dicen que el primer intérprete de la escuela sevillana fue un catalán. Era de Tarrasa Juan Armet de Castelví, Kinké en el siglo, y fue quien trajo a Sevilla una especie de antídoto que combatiese el juego de pase largo y muchos trompazos. De la mano de Kinké, aquí se fue a un fútbol de cortita y al pie que hizo furor y proselitismo. Y de tantos hijos como tuvo esta filosofía de juego, Enrique Montero es uno de los intérpretes más genuinos y preclaros de esa escuela sevillana.

Hoy entra en esa cofradía de perpetuos que encabeza Juan Arza y que componen José María Busto, Marcelo Campanal, Ignacio Achucarro, Antonio Valero, Paco Gallego, Enrique Lora, Curro Sanjosé y Antonio Álvarez. Como puede verse, el temperamento abunda en esta nómina de ilustres futbolistas que vistieron la camiseta del Sevilla. Con Montero, la relación se enriquece mediante la calidad de cuanto hacía con un balón para poner de pie a todo un estadio.

Pero un sábado de Carranza y de levante en calma, en el camino de Enrique se cruzó un tuercebotas del Palmeiras que le destrozó la rodilla. Con eso se malogró su fichaje, ya a falta de firma, por el Barça y su presencia en el Mundial. "Yo nunca creí que Enrique fuese tan fundamental para el equipo", confesaba en la intimidad Miguel Muñoz la tarde que Eugenio Montes lo destituyó. Y es que desde que se lesionó, el Sevilla no le ganó a casi nadie. Lo que ha llovido desde entonces...