La esquina

José Aguilar

El partido del recelo

EN materia de legalización de Sortu, la nueva marca de la autotitulada izquierda abertzale, me declaro miembro activo del partido de los desconfiados, ampliamente mayoritario en la sociedad española. No nos fiamos de ellos. Ni un pelo.

No es para menos. Sin dejar de valorar positivamente que el nuevo partido rechace de manera expresa en sus estatutos la violencia futura de ETA y que el avance en la lucha antiterrorista les haya forzado a cambiar, lo que está en juego es si detrás de este cambio está la sinceridad o la estrategia. La duda importa mucho en este caso.

¿Se ha convencido Batasuna de que su único futuro posible como organización política depende de su aceptación del juego democrático como marco de lucha política entre iguales, sin violencia ni amenazas de ejercerla sobre el adversario, o su conversión es una impostura derivada de la conciencia de que sólo así podrá participar en las elecciones y volver a los ayuntamientos y diputaciones vascos? Es difícil no inclinarse por la segunda opción.

Observen la imagen del acto de presentación de Sortu: los que patrocinan el nuevo partido y los que lo avalan con su presencia son los mismos que fueron ilegalizados por ser el brazo político de ETA en una docena de fórmulas-disfraces sucesivas y los mismos que llevan un cuarto de siglo jaleando los asesinatos e incitando a la violencia callejera. Me recuerda otra imagen, la de los seguidores del Partido Comunista de las Tierras Vascas, en la noche electoral en la que celebraban los escaños obtenidos, aclamando en pie a la llega de su auténtico jefe: un tal Arnaldo Otegi.

Por lo demás, las expresiones, aún hoy, les delatan. El que actuó de autoridad máxima, Rufi Etxeberria, volvió a hablar de presos políticos y de violencia política, aunque fuera para declarar superada esta etapa. Sus estatutos se plantean alcanzar "la paz duradera" a través del diálogo y la negociación, lo que de nuevo confirma la visión que tiene esta gente: donde los demás vemos crimen unilateral a combatir con los instrumentos del Estado de Derecho ellos ven una guerra con dos partes (antes pretendían vencer en esa guerra y ahora asumen que ambos bandos han de ceder, esa es la única diferencia). El portavoz que se está prestando a hablar por los verdaderos líderes dijo que no condenaba los ochocientos asesinatos pasados de la banda porque la ley de partidos no lo exige. He ahí el meollo de la cuestión: siguen pensando que matar alevosamente a un ser humano inocente no es siempre condenable por motivos de ética y decencia, sino cuestión de oportunidad y conveniencia. Solamente si vale para pasar por ventanilla y acceder a la legalidad.

Decididamente, la democracia española puede permitirse poner en cuarentena una temporada más larga a Batasuna. Quizás ellos no.

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