HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

El pasado inmediato

LOS análisis que se hacen después de unas elecciones, y a pesar de que el pasado está muy cerca, son tan dispares que los analistas parecen hablar cada uno de elecciones distintas. No valen, nunca han valido, los juicios de los representantes de los partidos políticos, esforzados en buscar la parte ganadora de una derrota o explicarla con razones ajenas a sus torpezas. Son curiosos algunos titulares de prensa. En unos, la crisis económica hunde a los socialistas, sin que sus errores hayan influido en nada, quizá porque se dé por supuesto que no han cometido ninguno; en otros, aparecen abstracciones, tan del gusto de quienes eluden responsabilidades, y son los mercados, o el monstruo Mercado, los que han acabado con la política paternalista de beneficencia, sectaria y fantasiosa, de unos gobernantes de vergüenza ajena, presididos por un curioso personaje que ha pasado en menos ocho años de honrado desconocido a la inferior categoría de tonto público. Ni él ni la mayoría de sus ministros, sobre todo de sus anecdóticas ministras, volverán nunca más a las altas magistraturas del Estado.

Pero en este juego de buscar culpables, más propio de espíritus infantiles que de comentaristas serios o de partidos con experiencia histórica, no hay otra pretensión que la de mentir a medias y esconder la mano alevosa. La mala economía daña a los gobiernos, pero no sólo ese es el daño que les alcanza. La economía es, en buena medida, azarosa; la mala política, no. El socialismo europeo occidental después de la Segunda Guerra Mundial pareció tomar conciencia de la realidad social, para qué tipo de sociedad debía prepararse si quería gobernar y tener apoyos amplios. Es verdad que el socialismo tira al monte en cuanto ve que la derecha, por moderna y civilizada que sea, se le acerca, porque sabe que hay un número influyente de votantes que se inclina más a la derecha o a la izquierda según las políticas que se hagan. Las dos legislaturas últimas han sido en España de pesadilla por esta causa.

Si en la España de los comienzos del siglo XXI se gobierna con consignas de la primera mitad del XX para una sociedad del XIX, no puede salir bien, ya salió mal en la II República, porque la fantasía tiene campo sobrado en la literatura y el arte, en la parapsicología y la ciencia ficción. La política tiene que ser prosaica y descender a los problemas del mundo real e intentar resolverlos. No se puede impunemente, y sin pagar un alto precio en las urnas, dar leyes injustas, que no hacen falta y que sólo minorías extraviadas de mentes obtusas han pedido, reanudar la guerra del 36, enfrentarse a la Iglesia, cuestionar la unidad y el ser de España y aliarse con el crimen político organizado. Los militantes y votantes socialistas buscan un norte. Estamos seguros de que, para bien de España y del socialismo español, lo encontrarán.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios