Por montera

Mariló Montero

El pequeño mundo

EXISTE una creencia, conocida como "la teoría del pequeño mundo" y vinculada a la de los "seis grados de separación", que, debido al dramático acontecimiento protagonizado por la joven desaparecida en Sevilla, me ha confirmado su antagonismo: el mundo es inmenso. Si aquella teoría, que científicos y filósofos han tratado de demostrar durante años, fuera cierta, el mundo, en verdad, sería un pañuelo, por lo que nos conoceríamos todos. Dice esa teoría que, si usted está bien relacionado, con tan sólo la intervención de cinco personas podría conocer a la persona más insospechada. Es decir, que usted y Obama podrían conocerse con la intermediación de cinco personas más. Un estudio de Microsoft ha tratado de corroborar este experimento, sólo que lo ha ampliado a seis. La demostración se halla en Tuenti, Facebook, Messenger y demás conversadores utilizados en internet. La desaparición de Marta del Castillo ha unido a cientos o miles de personas que a través de la red han achicado un gran mundo de solidaridad. Supongo que la policía que investiga su desaparición, también desde su ordenador portátil, lograría por esta teoría contactar con el presunto secuestrador a través de otros seis intermediarios para su hallazgo.

En el orden cotidiano, nuestro mundo es muy pequeño. En casa está nuestro mundo fundamental. En el dormitorio se halla el más íntimo. El grado de aislamiento se amplía en el traslado de tu habitación hacia el salón o la cocina, donde compartes vivencias con los habitantes de ese mundo: tu familia. Y así hasta la puerta de la vivienda. A partir de esta puerta tu mundo se amplía y se trasforma en la calle mientras te trasladas al trabajo, al colegio. Saludas a un vecino que se ha cruzado contigo en la escalera, en el ascensor. En la puerta de la calle coincides con las mismas gentes que tienen en común tus caminos, tus amigos, aquellos que tienen en común momentos de tu mundo. En el trabajo se escenifica tu otro mundo, más frío, por lo que lo recortas reuniendo a tus compañeros favoritos con los que tomas un café. Igual ocurre en el colegio. De regreso a tu mundo más íntimo, a tu bloque, tu escalera, tu casa, tu salón, tu dormitorio, el mundo se va encogiendo otra vez.

Pero en el mismo espacio que está enmarcado dentro de tus pequeños mundos con una elasticidad limitada, hay, de repente, un hueco provocado por una incógnita que convierte ese mundo en un infinito. Ese es el espacio donde está Marta desde que desapareció del portal de su propia casa, donde saludó a una vecina de su mundo mediano. Y de ahí saltó al mundo de la nada. El mundo es ahora, para su familia, un infinito y vertiginoso agujero negro en el que se hace imposible divisar dónde estará Marta. Es un espacio lleno de interrogantes, donde nace la duda, la de todos. ¿Dónde está? ¿Estará sentada o tumbada? ¿Comerá? ¿Llorará? ¿Reirá? ¿Podrá hablar? ¿Estará dormida? ¿Concilia el sueño? ¿Pasa frío o calor? ¿Escuchará sonidos? ¿Cómo estará? ¿Sentirá el padecimiento por su ausencia? Hoy el mundo es tan infinito como lo es la propia duda.

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