El día que uno de los miembros de nuestra ilustre clase política entre en la Real Academia Española de la Lengua servidor se pega el bote por el rebote que va a coger. ¿A dónde? Pues por ahora no tengo ni repajolera idea, pero les puedo asegurar que a cualquier lugar donde nadie se empeñe en aumentar el grosor del diccionario a costa de palabros. Bien está que se rescaten entradas perdidas o caídas en desuso. ¿Recuerdan aquel maravilloso 'obsoleto' que de tantos apuros nos ha sacado en los últimos veinte años? Lo verdaderamente malo llega cuando la clase política se empeña en convertirse en creadora del verbo, como si de un espíritu santo inmaculado se tratase. Ustedes, con toda razón, podrán responderme que se me ha ido la cacerola, pero convénzanse: "Hoy de decidido implementar estas ideas ante ustedes para poner en valor el empoderamiento que se debe valorizar en nuestra sociedad". ¿Que no lo entiende? Tranquilo lector: yo tampoco.