La prueba del algodón

Resulta significativo que los partidos prefieran atacarse unos a otros a conquistar electores

El Partido Popular se marca como prioridad, dicen los mentideros, frenar el avance de Ciudadanos. Se traslada al centro derecha la competencia darwiniana entre partidos. Hasta ahora, la habíamos vivido encarnizada entre Podemos y el PSOE. ¿Recuerdan la matraca aquella del célebre sorpasso? Átense los cinturones, porque ahora la lucha por el sorpasso, a poco que sigan las tendencias, será entre Ciudadanos y el PP.

Natural en un sistema partitocrático que haya partido (en el sentido deportivo del término). Si hay votos transversales es lógico el trasvase. Que uno mengue para que el otro crezca y viceversa.

Lo interesante (la prueba del algodón) es testar con qué medios trata de frenar cada partido el avance del contrario. A grandes rasgos, hay dos métodos: la asfixia o el desfonde. La asfixia a la vez se divide en dos fases. La primera es una asfixia mediática que consiste en negarle el pan y la sal de la publicidad al partido rival. Véase el PP con Vox, al que silencióx cuanto pudo y que sólo ha encontrado un leve resquicio con la crisis catalana. Lo mismo se intentó -mientras con Podemos todo eran mimos mediáticos- con Ciudadanos. Rajoy ha ninguneado a Rivera mucho, empezando en los debates, pasando por la investidura y llegando a los presupuestos. Cuando esa asfixia teledirigida no ha funcionado, llega la asfixia por aplastamiento, esto es, el ataque frontal, venga a cuento o no. Parece que el PP va a intentarla con Ciudadanos. Es una equivocación, fruto de los nervios, porque la nueva táctica dará aire al contrario, aire mediático, que es el que importa. Y justificará el golpe bajo de C's, que quiere fichar a descontentos del PP para hacerle la cama.

En cambio, el PP se trabaja poco -prácticamente nada- la superación por desfonde ideológico del rival. Consistiría en conectar (en hacerlo de nuevo) con su exelectorado y hacerlo más y mejor. ¿Cómo? Satisfaciendo sus demandas y respondiendo a sus inquietudes. Para eso habría que estudiar a fondo las inquietudes de la gente, hacer autocrítica, orquestar las políticas necesarias, explicarlas con seriedad y adquirir el compromiso firme de aplicarlas. ¿Demasiado?

Que se prefiera la asfixia al desfonde demuestra que nuestro sistema es más partitocrático que democrático. La querencia es trabajarle al contrario el riñón de sus siglas en vez de apelar directamente al cerebro y al corazón del pueblo supuestamente soberano.

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