La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Todos queremos Nespresso

Proclamamos la igualdad pero todo queremos más. Porque nos lo 'deben'; porque lo 'valemos'. El explosivo cóctel nacionalista

Podemos comprar unos pañuelos al indigente de la esquina, quedarnos con unos números para la rifa del colegio, dejar unos paquetes de arroz y lentejas para la Gran Recogida de Alimentos -¿hemos pensado, por cierto, que no sólo a base de legumbres puede vivir una familia?- y pocos podrían cuestionar que no creemos en la igualdad y no nos esforzamos por ayudar a los demás.

Nos engañamos. Con la casi única excepción de las decadentes Casas Reales que justo ahora han descubierto el encanto de casarse con las plebeyas -la última "gran boda del año", la del príncipe Harry con la "señorita" Meghan Markle de la próxima primavera-, los jefes ya no se casan con sus secretarias.

La idea no es mía. Se la tomo prestada a François Dubet con su provocador ensayo ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario), para acercarme al caso catalán y a la guerra fría en que ya nos hemos sumido todas las comunidades autónomas construyendo nuestro particular relato de agravios y ocupar posiciones para el ¿gran? reparto fiscal. Proclamamos la igualdad pero todos queremos más. Porque nos lo deben; porque lo valemos. El explosivo cóctel de supremacía y victimismo que intelectuales como Fernando Savater sitúan en las egoístas cañerías del nacionalismo. Incluido el catalán del "España nos roba".

El "café para todos" de la configuración autonómica no fue real y las disputas de ahora poco tendrán que ver con la equidad. Desde Barcelona se propugna abiertamente por una negociación bilateral y un trato diferenciador justo cuando desde el País Vasco ya han blindado su situación de excepcionalidad con el cupo -el lehendakari lo sitúa, incluso, como hoja de ruta para todos sin desvelar de dónde sacará el dinero para cuadrar el círculo- y en Andalucía se rememora el espíritu del 4-D buscando un reparto que, como mínimo, compense la alarmante (y reconocida) infrafinanciación de los últimos años y no sigamos agrandando la brecha.

Sin la fantasía de la alegoría bíblica de los panes y los peces, el camino para la reforma del modelo territorial y fiscal no tiene recorrido. Salvo que el Gobierno sea capaz de inventarse una hucha como la de las pensiones y empiece a tapar agujeros...

Podemos proclamar que no buscamos la desigualdad pero, como recuerda Dubet, el 99% de nuestras acciones cotidianas la engendran. Nadie quiere café de pucherete; todos queremos Nespresso. Y no hay para todos si el reparto es el mismo, justo el que la crisis se ha encargado de devorar con agonía.

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