No conozco a Antonia Alba, representante del Movimiento Femenino por la Igualdad Real en la provincia de Cádiz, ni su trayectoria; pero hay que reconocerle mucha valentía para ir al Ayuntamiento de Jerez a recoger el premio Filoxera- un castigo, mejor dicho-, para que te pongan a parir y descolgarse con un discurso de lo más incorrecto que enseguida se ha hecho viral. Todos mis respetos para aquellos que sin faltar dicen lo que piensan, estemos o no de acuerdo. La que le ha caído por poner en cuestión el dogma del progresismo feminista. Si uno escucha con atención, tampoco dijo nada que sea para tirarse de los pelos; nada que deba inquietar a los apóstoles de la igualdad. Tiene razón en denunciar a ese feminismo radical, de salón, que criminaliza al varón por el hecho de serlo. Este feminismo extremista hace flaco favor a la épica lucha de tantas mujeres que en el último siglo han conseguido más que en los veinte anteriores. Este machismo cultural es intolerable, pero eso no es incompatible con desconfiar de las estadísticas del CGPJ. Pregunten a abogados, procuradores, jueces, fiscales, oficiales de justicia, policía, profesionales de la mediación y los que tienen algo que ver con los juzgados de violencia contra la mujer, y a lo mejor concluyen que Antonia Alba tiene razones para cuestionarlos, aunque poner esto por escrito parezca pecado mortal y me condene a los infiernos del patriarcado más rancio. Estoy a salvo, mi casa rezuma femineidad. Los guardianes del lenguaje de género no se pueden ofender con la Sra. Alba, que en definitiva defiende sus derechos como mujer, madre y profesional a tener criterio propio. Se nos ha impuesto una especie de Inquisición que impide el debate en esta sociedad cada vez más estrecha. Hay ideas que simplemente no se discuten, y la ideología de género se lleva la palma.

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