Los silenciados toman la palabra

Los humillados y ofendidos han reaccionado. Parecía que los habían silenciado, pero sólo aguardaban su momento

Las expectativas en la sala -percibidas, una vez más, desde un patio de butacas- no podían ser peores, con los separatistas, neuróticos y obsesivos, dueños de los primeros planos. Y al mando de la comitiva los más paranoicos, dispuestos a hundirse con el barco si con ello arrastran también a sus enemigos. Porque a estas alturas ya se sabe que el motor del secesionismo catalán está más engrasado por el odio a los otros que por un supuesto amor a Cataluña. Mientras tanto, el secretario general y la Ejecutiva de los socialistas juegan al malabarismo distante de la palabra-talismán y buscan para cada caso conflictivo un vocablo nuevo. En esta ocasión "diálogo", con resultados igualmente vagos y banales, dado que, por oportunismo, apenas se arriesgan a explicar nada.

Al otro lado del escenario, Iglesias, a la cabeza de los antiguos indignados (ahora ya domesticados), ha salido a lucirse como el mejor ejemplo del puro narcisismo: se cree todavía un eterno y fáustico adolescente, convencido de que su motor y talismán es la seducción y la metamorfosis. Diga lo que diga, cambie lo que cambie, sus gentes le seguirán fascinadas por su gesticulación y atrevimiento. ¡Qué pena! Pero da más pena contemplar al que lleva las más importantes riendas del país. No es fácil encontrar una figura literaria que le encaje. Sería exagerado pensar que su parálisis la provoca una duda existencial de tipo hamletiano. Tampoco parece un Segismundo perplejo porque ignora si la vida es o no es un sueño. Pero lo peor sería que estuviera desempeñando el papel del sonámbulo que solo se despierta cuando ya le cercan las llamas del incendio. Menos mal que, cuando menos, los representantes de Ciudadanos se mantienen fijos y fieles al guión asignado. Se les reconoce enseguida. Para ellos, las palabras, las convicciones y responsabilidades deben ser respetadas y, de momento, todavía las respetan, a pesar de haber elegido jugar en un terreno hostil y difícil. Quizás por eso, mantienen el aspecto de actores muy jóvenes, pero se saben muy necesarios en el panorama político que se divisa desde el patio.

Con todo, en los últimos días y horas se ha ampliado el reparto. La agresividad paranoica del separatismo se creyó demasiado la omnipotencia de su papel y acalló, sin escrúpulos y con mentiras, la mayor parte de las voces de sus adversarios. Pero los humillados y ofendidos han reaccionado. Parecía que los habían silenciado, pero sólo aguardaban su momento. Ahora han subido al escenario y han tomado la palabra. Ya es otro el panorama y otras las expectativas.

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