Miki&duartela esquinacrónica personal

José Aguilar / Pilar Cernuda

No es sólo cosa de líderesExtraño país

EN general endosamos la responsabilidad de las crisis que aquejan a Izquierda Unida y el Partido Andalucista a sus dirigentes, enzarzados en continuas disputas domésticas y a menudo extraviados de rumbo. Se puede decir que llevan años sin saber lo que quieren y peleándose con sus huestes menguantes.

Es así, sin duda. Me pregunto, sin embargo, si los Diego Valderas (IU) y Julián Álvarez (PA, ahora CA), podrían hacer algo muy distinto de lo que hacen: intentar, con más tesón que éxito, salvar los muebles de organizaciones que responden a proyectos ideológicos periclitados y que carecen de la representatividad social imprescindible para consolidarse.

Sólo pregunto, que conste. No tengo la respuesta. La coalición postcomunista, por ejemplo, se debate en un dilema irresoluble desde la caída de los regímenes llamados socialistas: si insisten en la defensa de la economía planificada y la propiedad pública de los medios de producción, se condenan a la marginalidad, porque esos sistemas han fracasado con estrépito, se han cargado la libertad sin por ello haber implantado la justicia; si aceptan la economía capitalista aunque sea con fuertes controles y derechos sociales, en poco se distinguen de los partidos socialdemócratas. Sólo es cuestión de grados en el reparto de la riqueza y en el radicalismo de los planteamientos, los tiempos y los porcentajes. Esto es insuficiente para articular un mensaje diferenciado que cale en una porción sustancial de los electores.

En relación con el andalucismo, la situación es peor por tratarse de un movimiento menos enraizado, más novato. Los nacionalismos periféricos nacieron en el siglo XIX como ideologías de las clases burguesas emergentes. El andalucismo surgió en el siglo XX como una construcción idealista, sin encarnar en ninguna clase social en ebullición. No se erige como partido hasta los años setenta, y más como un proyecto de ciertas capas intelectuales que como portavoz de una clase social. Por eso su identificación con respecto al eje derecha-izquierda ha sido siempre ambigua y propensa a los bandazos. Presentarse como auténtico representante del "pueblo andaluz" es una entelequia en una organización que nunca ha existido seriamente en media Andalucía y que en su mejor momento ha logrado 10 diputados de un total de 109.

Quizás sean más graves las crisis de PA e IU de lo que aparece en la superficie. Quizás no es cuestión de líderes y cualesquiera otros no tendrían más remedio que actuar como Julián Álvarez y Diego Valderas. Quizás la estructura social, la historia política y la cultura andaluza no son un buen caldo de cultivo para un nacionalismo extemporáneo y un postcomunismo más ético que operativo.

EXTRAÑO país aquel en el que el líder de la oposición propone, como gran reforma educativa, que si un día gobierna garantizará a todos los ciudadanos que sus hijos podrán estudiar en la lengua oficial tanto en el colegio como en la universidad, la lengua común según la Constitución. Extraño país aquel en el que el partido que gobierna lanza, como gran iniciativa, que un grupo de expertos extranjeros aporten ideas para el programa electoral, como si esos expertos conocieran mejor que los españoles los problemas más acuciantes de los ciudadanos. La sorpresa ha sido enorme, como era previsible, cuando algunas de las propuestas eran del PP y habían sido criticadas por el PSOE, y otras eran contrarias a lo que defendían hasta ahora los socialistas.

Extraño país es esta España nuestra en la que el presidente de Gobierno se lanza a la palestra electoral proponiendo ampliar los supuestos permitidos para interrumpir el embarazo, desde su partido niegan que eso sea así, y finalmente se incorpora al programa electoral porque las mujeres del partido lo convierten en cuestión prioritaria. Extraño país esta España nuestra en la que el principal partido de la oposición, el que aspira a gobernar, resuelve sus problemas internos a menos de dos meses de las elecciones, en lugar de haber cerrado las polémicas incómodas tiempo atrás para llegar así tranquilos a la contienda y sin que los adversarios les saquen los colores.

No deja de ser extraño que en plena campaña electoral los nacionalistas empiecen ya a poner condiciones a los partidos con posibilidades de gobernar, que si tienes que retirar el recurso, que si tienes que aceptar sin excepciones el nuevo Estatut, que si tienes que apoyar la celebración del referéndum... Se intenta vender la piel del oso antes de cazarlo, antes de saber quién va a ganar las elecciones y con qué margen de maniobra. Algunos nacionalistas están mal acostumbrados -no todos-, piensan que no es posible gobernar sin contar con ellos, y pisan fuerte con sus exigencias.

Extraño país el que olvida en dos días que su presidente ha mentido, y además ha mentido en una cuestión fundamental de su política, las negociaciones con los terroristas. En otras latitudes las mentiras cuestan la carrera a sus políticos, incluso a su presidente, ahí está el caso Nixon como ejemplo. Pero aquí nos fumamos un puro.

Extraño país el que ha tenido durante cuatro años a un presidente de gobierno que no ha sido capaz de que le reciba el presidente de los Estados Unidos, nunca había ocurrido hasta ahora en los años de democracia. Y extraño país es éste en el presidente se inventa una Alianza de Civilizaciones e inmediatamente la ministra de Educación anuncia que esa Alianza se va a convertir en asignatura. Por favor, seamos serios.

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