Ll style="text-transform:uppercase">egó el día de la investidura de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Todo parece indicar que será un gobierno sui géneris. Los exabruptos de este nieto de inmigrantes alemanes marcan hasta hoy la trayectoria de quien ocupará a partir de hoy el despacho oval de la Casa Blanca en Washington.

Es pronto aún para poder precisar lo que ocurrirá. Aunque algunas cosas han quedado claras, como su simpatía por Vladimir Putin, su apoyo al Brexit, sus ácidas críticas a los servicios de inteligencia estadounidenses y a la política de refugiados de Ángela Merkel. Ni que decir del desprecio a los inmigrantes, sobre todo a los hispanos.

Pero no todo lo que se vislumbra tiene tintes negativos. Ha incluido en su gabinete a personajes pro vida, como el ex gobernador de Texas Rick Perry, por lo que su mandato puede alumbrarse con luces que no vienen mal en ningún sitio.

También ha presionado para que las grandes empresas, como las automotrices, inviertan en territorio estadounidense y creen empleo. Esto perjudicará a países como México, que se verá afectado seriamente si se siguen retirando inversiones millonarias ya pactadas y si sus productos se gravan con una subida de aranceles que haga que su precio se dispare haciéndolo inaccesible al común denominador de los consumidores.

La incertidumbre campa a sus anchas a la espera de las políticas adoptadas por Trump, no en balde dirigirá al país más poderoso del planeta. Pero debido a que es una persona impredecible, se sabe que puede apostar tanto por el engrandecimiento como por la destrucción de lo que sea su foco de atención y sus preferencias.

Lo único que queda es esperar, armarse de paciencia y pedirle al patrón de los imposibles que Trump se inicie en la cordura, en la inteligencia emocional y en el arte de la diplomacia.

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