La gente con insistencia se queja de una cosa como se queja o quejaría de la contraria. "Hay demasiados veraneantes", por ejemplo, frente al "Ya nadie veranea aquí". Qué manía de ver lo negativo de cualquier actitud o circunstancia, he suspirado siempre. Hasta que hace unos días Gonzalo Suárez nos explicaba la razón en un artículo: "Asúmelo: estás programado para ser infeliz".

Por lo visto, la insatisfacción es un poderoso motor del progreso y la humanidad la trae inscrita en los genes. Los felices, mutantes de la especie, tendemos al conservadurismo y, por tanto, inventamos menos y nos quedamos tranquilos, contemplando. Disfrutando. Los amargados son los progresistas, y hemos de agradecer que existan.

Lo recuerdo porque ayer, cuando leía un titular sobre la extinción de la lechuza, me dio un vuelco el corazón. El canto de las lechuzas ha acompañado mi infancia, mi adolescencia, mi juventud y mi madurez. En la noche, es como el cu-cú hondo -el hu-hú- de un reloj de sombras que mide las horas de otro mundo.

Según SEO/Birdlife, la población de la lechuza común ha caído un 13% en total. Peor les va al mochuelo, al autillo europeo y al chotacabras cuellirrojo. Ahora bien, la población del búho real ha crecido un 140% y el cárabo común y el chotacabras europeo andan de enhorabuena. En otros tiempos, me habría indignado la manía periodística de titular con lo peor. Yo hubiese publicado la misma noticia, pero con este titular: "¡Aúpa el búho real!" ¿Por qué llorar por el chotacabras cuellirojo cuando puedes exultar por el chotacabras europeo?

Pero, como nos había explicado Gonzalo Suárez, hubiese sido una torpeza. Nos habría dejado celebrativos e inactivos. En cambio, la extinción de la lechuza nos abre los ojos. Ululamos. Nos desvelamos en busca de causas y remedios.

Aplaudo, pues, plas, el titular desconsolado, porque animará a defender a la lechuza como se merece. A partir de ahora no sólo celebraré la fortuna del búho real y del cárabo, sino también el catastrofismo del mochuelo. Unamuno decía, desdeñoso: "Que inventen ellos", porque, según él, los españoles ya tenemos de sobra con preocuparnos de la vida eterna. En su estilo, yo proclamo: "Que sufran otros", aunque animándoles a hacerlo. Es beneficioso. Mientras, unos pocos, los felices, casi otra especie en extinción, nos permitiremos la extravagancia del vaso medio lleno. Y de brindar con él: ¡Aúpa el búho real!

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