Crónica Personal

La tierna acidez de Forges

Sus personajes forman parte de la familia de muchos españoles que han pasado décadas buscando la página de Forges

No puede sorprender que la muerte de Forges haya provocado más conmoción que el fallecimiento de un número considerable de políticos que han aportado mucho a la España democrática.

También lo hizo Forges desde la tribuna del dibujo humorístico, pero si algo le diferenciaba de otros profesionales de su gremio, era su particular manera de relatar un mundo en el que los personajes aparentemente menos formados, demostraban ser más sabios e intuitivos que muchos de que los enarbolan títulos y doctorados. Forges ha representado como nadie el lenguaje llano, los sentimientos a flor de piel, las reflexiones de quienes dicen lo que piensan sin complejos, sin estar pendientes de lo política y socialmente correcto.

Sus personajes forman parte de la familia de muchos españoles que han pasado décadas buscando la página en la que Forges publicaba sus viñetas en muy distintos medios, donde ha vertido sus amarguras, sus preocupaciones, sus ansias y sus ilusiones. Incluso en esas amarguras no perdía Forges la capacidad de mostrarse esperanzador, incluso optimista. Hombre que no ocultaba un corazón situado a la izquierda y emprendió causas sociales con las que pocos se atrevían, trataba, sin embargo, con todo respeto a quienes no compartían su forma de pensar. Fue inteligente en su acidez, que la tenía, y en su ironía, porque la sonrisa que provocaban sus personajes más emblemáticos hacía imposible ver en Forges un hombre cargado de resentimientos.

Pasarán a la historia, por irrepetibles, los Blasillos, Romerales, Mariano, los náufragos que veían pasar la vida en su isla minúscula de única palmera, Concha… Como pasarán sus palabras inventadas, que cambiaron el lenguaje de los españoles y que, a pesar de no estar alguna de ellas en el diccionario, no hacía ni falta incluirlas porque se entendían a la primera, como tontolcul, o bocata, o esnafrarse, o muslamen… No necesitó Forges galicismos y anglicismos para definir situaciones o conceptos. Ingenio, se llama eso. Y conocimiento en profundidad de la cultura popular e intelectual, de vivir la vida como debe ser vivida, escuchando, mirando, tocando. En casa y en la calle, en los pueblos y en las grandes ciudades. Escribió libros, recibió honores, nunca dejó su trabajo de técnico en Televisión Española y jamás renunció a contar las cosas como sentía que debía contarlas, sin concesiones. Demostró una intuición especial para llegar al otro lado de la sociedad y de la política, que supo desmenuzarlas con un humor cargado de sensatez. Un genio.

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