El toro cesante

Cuando una ex ministra con mucho peso en el PSOE dice que los toros se extinguirán, ¿es profecía o amenaza?

La ex ministra Cristina Narbona, áulica de Pedro Sánchez, ha profetizado que es cuestión de tiempo que la fiesta de los toros acabe. ¿Es eso una amenaza? ¿Sugiere que ellos van a acabar con los toros a base de acosos e interdictos, como esa prohibición de Baleares por la que le preguntan y que ella no critica? Ya conocemos por qué cuerno embiste aquí cada cual y cómo derrota la izquierda.

Pero si es sólo una profecía pura, ¿la piensa en serio? Conociendo las querencias de Narbona, cabría sospechar que estamos ante un pensamiento desiderativo (y mucha indiferencia ante la inquietud de todos los que viven del toro). O ante una profecía que pretende ser de las que se autorrealizan. O un guiño electoralista más a los votantes de Podemos.

Pero si no esconde intenciones aviesas (legislativas o electorales) y lo dice en serio, ¿cómo lo sabe? La Fiesta, sin subvenciones, con una gran propaganda en contra, explícita e implícita, sin una mínima cobertura, goza de una salud económica y social que ya quisieran para sí otros sectores de nuestra cultura, mimados por el poder y los medios. Véase (en sentido figurado) el cine español.

Demos por bueno que ella lo sabe de buena tinta porque se lo ha soplado una bruja, ¿cómo haríamos entonces para conservar el toro bravo? Si las ganaderías no fuesen un negocio medio rentable, las de toro de lidia se dedicarían al ganado de carne, que no hay que cuidar tanto y que matan más, antes y peor, o, si triunfan los veganos, a plantar coles, que están muy buenas, aunque en su justa medida. La pérdida de diversidad zoológica y paisajística sería tremebunda. Los más ecologistas deberían pensar también en el toro bravo cesante: esto es, en todos los que dejarían de criarse a cuenta de tal afán de protegerlos.

Y si se conserva el toro bravo en una reserva sostenida con subvenciones, ¿qué pasará con la riqueza artística y la hondura ritual de la tauromaquia? Quedarían los cuadros de los grandes pintores, claro, y los vídeos de los maestros; pero, como ha explicado el poeta José Mateos, una característica esencial del toreo es que el público asiste en directo no sólo al riesgo, sino a la incertidumbre de una obra en progreso, con sus indecisiones, sus promesas imposibles y su perfección fugaz.

Claro que esta última pregunta no tiene porque interesar nada a Narbona, quizá ni siquiera la entienda. No importa. Antes tiene muchas que ir respondiendo.

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