Han visto un culo. Y es verdad que si uno se fija bien en el cartel que anuncia la feria del libro de Zamora (cuyo autor es jerezano y se llama Javier Domínguez), a la muchacha que posa de espaldas y que hace de ángel, con sus alitas y todo, se le ve un poco el culo. En principio no hay problema, ya que a los ángeles tradicionalmente se les retrató con el culo al aire. Pero es que, al tratarse de una mujer, ciertas agrupaciones zamoranas han vislumbrado, aparte del culo en sí, una alegoría sexista de la lectura, la sombra degenerada del machismo, la divisa inequívoca de esta sociedad patriarcal, y no sé si habrán visto también al monstruo del lago Ness, porque las ideas, una vez que remontan el vuelo, son capaces de alcanzar lo sublime y la paparrucha.

Yo entiendo que, siendo pecado la lujuria, haya personas de moral estricta que sospechen ante cualquier imagen que pueda despertarla. Y entiendo que anden con la escopeta cargada, por si acaso el libertinaje se cuela, así sea en un cuento infantil o en el anuncio de una feria del libro. Sin embargo, lo que parece alarmante es que alguien pueda ver algo perverso en la imagen de un ángel como este, que si no promocionara la venta de libros, podría servir perfectamente como recordatorio de la primera comunión.

Con el argumentario ya clásico en este tipo de inquisiciones, quienes han pedido la retirada del cartel se acogen a la utilización de las mujeres en la publicidad, como si en este caso, con la excusa de plasmar la imagen un poco cursilona de un ángel, en realidad se estuviera apelando a las pasiones más bajas, con la intención, supongo, de poner cachondos a todos esos machos silvestres que, ante el reclamo de la hembra disfrazada de querubín, se abalanzarían babeando sobre los puestos de libros para volver a casa cargados de novedades editoriales.

Quien vea algo sucio en la imagen de un ángel como el del cartel (que, insisto, está más próximo a los catecismos que a las portadas de Playboy) debería pedir cita para el especialista, pues hoy puede escandalizarse con esto, mañana con los muñecos de peluche, y pasado, pedir que retiren de las jugueterías las casas de muñecas por incitar a la prostitución.

Desde esa perspectiva, la historia del arte podría resumirse en un desfile de pintores salidos que aprovechaban la mínima ocasión para deslizar guarradas en sus lienzos. No quiero ni pensar en el mal rato que pasarían quienes piden la retirada del dichoso cartel si algún día tuvieran que visitar un museo y se toparan con un cuadro de Durero (que era capaz de pintar a Adán y Eva en pelotas) o con las Señoritas de Avignon, obra de ese otro crápula apellidado Picasso.

Por la cuenta que nos trae, esperemos que estas sensibles criaturas lean poco. Si no, el día que se enteren del argumento de Lolita, o sepan quién fue Anaïs Nin, o las barbaridades que escribía el marqués de Sade, lo que intentarán prohibir ya no será el cartel. Será la propia feria. Por guarrindonga.

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