Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Esto se veía venir

El liderazgo tiene algo de 'auctoritas', por eso no arraigó ni la feria de Medina del Campo ni el carnaval de Ginebra

Cádiz debe ser la única población andaluza que carece de feria; aunque en su día hubo bodegas de fino, plaza de toros dando al mar y grandes maestros, siempre han faltado los caballos, las vacas y las ovejas, nunca se practicó el comercio de esos animales necesitados de pastos -tan peludos ellos, tan alejados del cazón y la caballa- que fue el origen de esas fiestas polvorientas que se celebran más allá de las murallas. Para centauros, los clásicos, no esos engominados con zajones con sus supuestas amazonas. Durante los últimos años de la desaparecida Velada de los Ángeles, una brigadilla de las esencias, una guardia revolucionaria, iba de caseta en caseta obligando a los camareros a quitar las sevillanas de la megafonía para que se escuchasen tanguillos.

Vano intento, se lo digo señor obispo, por mucho que lo pretenda, el modo sevillano de llevar los pasos contaminará su vetusta Salamanca. Al cielo con ella, mis valientes. En Cádiz también se lía parda con esas cuadrillas que le dan por llevar como costaleros y no como cargadores. Nadie copió la feria de Medina del Campo, aunque fuese la más importante del país, del mismo modo que nunca arraigó el carnaval de Ginebra. El liderazgo cultural tiene mucho de auctoritas, y por eso el carnaval que se extiende es el de Cádiz y no el de los tipos esos con cencerro que bailan por las campas navarras. En el carnaval de Málaga y en del Córdoba se canta al modo de Cádiz, y en Sevilla también se ha aprendido el estilo de quienes viven más allá de ese peaje que no construyó Donald Trump aunque sean los apartaditos quienes lo paguen.

Canta esta noche en la final del Falla una chirigota de San José de la Rinconada, No te vayas todavía, población cercana a Sevilla y situada en un rincón del curso del Guadalquivir. Esto se veía venir, señor obispo: desde hace tres años, cada viernes por la tarde, todos los viernes, una comparsa sevillana canta en el arquillo del Ayuntamiento de la Plaza Nueva el mismo tipo de pasodobles de pena que lloran en el barrio de la Viña o en El Puerto de Santa María, especialista en letras trágicas cantadas con mucho sentimiento. De los dos tipos de buenas chirigotas gaditanas, la de la Rinconada tira al surrealismo, al metacarnaval, convierte una situación -en su caso un velatorio- en el tipo de la agrupación, es fresca e ingeniosa: si gana, mejor. Una satisfacción, señor obispo, los intercambios de ida y vuelta siempre han sido más fructíferos que las rigideces de Trento, no se lo tome en serio.

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