El Mediterráneo sigue siendo un Calvario

Sin hacer demagogia, no estaría de más recordar tragedias como la del miércoles cuando se trate el tema de la inmigración

Tragedias como la sucedida el pasado miércoles frente a la costa de Almería, en la que tres inmigrantes ilegales -entre ellos, una niña de diez años- perdieron la vida al naufragar la patera en la que viajaban, nos vuelve a recordar que el Mediterráneo occidental sigue siendo un auténtico cementerio a donde van a morir los cuerpos y las ilusiones de centenares de personas que tienen que huir de sus países de origen debido a la miseria, la guerra o la persecución política.

La realidad del Mediterráneo es muy compleja. Por una parte está el Mediterráneo occidental, donde en los últimos tiempos se observa un importante descenso en el número de personas que, en condición de refugiados o de inmigrantes económicos, han intentado alcanzar las costas de Grecia por la ruta del Egeo, según los datos ofrecidos por la Agencia la Europea para el Control de las Fronteras y Costas (Frontex). En este descenso ha tenido mucho que ver el relativamente buen funcionamiento de los tratados entre la Unión Europea y Turquía. Sin embargo, en el Mediterráneo central, se observa un aumento de las personas que escogen esta ruta para alcanzar el sueño Europeo. Esto se debe a que Libia, después de la ingenuamente llamada Primavera Árabe, ha quedado como una tierra sin ley en la que campan las mafias que se dedican al tráfico de personas. Finalmente, existe la ruta del Mediterráneo occidental, la cual afecta directamente a España, país que según muchos analistas ha sido ejemplar en la cooperación con las naciones de origen de los inmigrantes para intentar combatir el problema en el mismo lugar donde se genera. Aún así, es evidente, esto no impide que con el buen tiempo se multipliquen los intentos de centenares de personas desesperadas que creen ver en las costas de Andalucía un auténtico El Dorado.

Los relatos de los supervivientes de estas travesías suelen ser auténticas odiseas contemporáneas. Kilómetros de marcha por desiertos inclementes, acechados por la sed y el hambre, para llegar a unas costas en las que les esperan unas mafias sin escrúpulos que, en el mejor de los casos, les cobrarán una fortuna por trasladarles en unas embarcaciones sin las mínimas condiciones para la navegación en alta mar. Finalmente, si han conseguido sobrevivir, les espera en Europa una vida marginal que en nada se parece al paraíso que algunos soñaron. Sabemos que la solución a este problema no es fácil y no se puede caer en la demagogia de salón, pero no estaría de más recordar tragedias como la del miércoles cuando medios de comunicación y políticos hablamos de la inmigración y sus problemas.

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