Nueva vuelta de tuerca del terror yihadista

Entre gran y gran atentado, los yihadistas están intercalando pequeñas acciones para mantenernos en permanente tensión

Los acontecimientos de los últimos tiempos nos indican que el terrorismo yihadista ha puesto en marcha una nueva estrategia para amedrentar aún más a la población europea. Si antes sus acciones se limitaban a grandes y espectaculares atentados que se espaciaban en el tiempo, como los de Madrid o Barcelona -por citar los cometidos en territorio español-, ahora los terroristas intercalan entre estos sangrientos golpes de efecto una serie de acciones de baja intensidad que pretenden mantener en tensión a una población civil que se sabe continuamente en el objetivo de los asesinos, lo que genera un desasosiego colectivo que es, ya de por sí, una victoria para los yihadistas.

Después del atentado de Barcelona, que según se acaba de saber pretendía ser una matanza de dimensiones apocalípticas -algo que frustró la providencial explosión del chalé de Alcanar-, hemos visto varios ejemplos de esta nueva estrategia yihadista. De hecho, ayer viernes, dos sucesos apuntaban en esta dirección. Por una parte un hombre armado con un cuchillo intentó agredir en el centro de París a un militar de la operación antiterrorista Sentinelle -la acción de los espontáneos en esta estrategia es decisiva y nada desdeñable-. Mucho más grave fue lo sucedido en Londres, donde un artefacto casero en el metro que cubría en hora punta la línea District Line a la altura de la parada Parsons Green, en el suroeste de la ciudad, dejó 22 heridos, aunque ninguno en peligro de muerte. Probablemente, este terrorismo de baja intensidad, que ocupa las primeras planas de las ediciones digitales de los periódicos y que es de gran rentabilidad propagandística, ha llegado para quedarse durante mucho tiempo.

Con los grandes atentados los yihadistas han conseguido que, en la actualidad, cualquier ciudad media europea se tenga que blindar ante el siempre posible ataque terrorista. Sólo hay que darse un paseo por las ciudades andaluzas para comprobar tal extremo. No hay zona turística o céntrica que no esté fuertemente vigilada por la Policía y fortificada con macetones u otro tipo de barreras para impedir atentados. Evidentemente, tales despliegues son necesarios, pero, paradójicamente, también sirven como recordatorio permanente de que todos podemos ser víctimas de un atentado en cualquier momento. Es decir, que se convierten involuntariamente en parte de la propaganda terrorista. Pese a su aparente rusticidad, las estrategias yihadistas suelen ser sumamente complejas e inteligentes.

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