Un nuevo y triste circo mediático en Almería

Corresponde a los medios autorregular su labor informativa ante casos como éste; y a la sociedad evitar la demanda de morbo

La muerte del niño Gabriel Cruz a manos de la novia de su padre -según confesó ayer ésta a la Guardia Civil- ha vuelto a pulverizar todas las barreras de autorregulación que debería tener el periodismo de sucesos. Especialmente, las televisiones y páginas web de dudosa calidad informativa están haciendo gala en estos días de todas aquellas malas prácticas que deberían evitar los medios de comunicación: explotación del morbo más primario, difusión de noticias no contrastadas, especulaciones sobre las investigaciones policiales sin base alguna, etcétera. Durante estos días, algunos de esos programas de televisión, que lo mismo se dedican a explotar el último divorcio de un famoso que se ocupan con todo lujo detalle de la muerte de un menor, han vuelto a demostrar hasta qué punto los circos mediáticos siguen siendo una realidad cotidiana desde que el terrible caso de las niñas de Alcácer inaugurase en nuestro país una tradición televisiva de muy dudosa ética y utilidad pública. A esto, se ha unido en los últimos tiempos el obsceno y, a veces, terrible uso que se está haciendo de las redes sociales, en las que se vuelcan todo tipo de insultos y bulos sin que se tomen las medidas pertinentes.

Hay que aclarar que nada esto sucedería sin la complicidad de una sociedad que no sólo consiente tales excesos, sino que muchas veces los alienta con una demanda excesiva de contenidos morbosos y sensacionalistas. No es cuestión de culpar a una u otra cadena, sino de analizar entre todos cómo debemos reaccionar ante sucesos traumáticos como los del niño Gabriel Cruz. Es normal que tras un crimen de esta naturaleza, que impacta con fuerza en la sociedad, se necesiten algunas fórmulas con las que se exorcicen los temores colectivos y se pueda mostrar la solidaridad de todos con las víctimas. Para eso están, por ejemplo, los funerales multitudinarios. Otra cosa muy diferente es regodearse en imágenes y detalles que poco aportan más allá de alimentar una curiosidad insana. Una vez más han sido los periódicos, tanto en papel como en sus versiones digitales, los que han puesto sentido común en medio de tanto disparate.

Corresponde a los medios de comunicación autorregularse para evitar coberturas informativas como las que hemos visto en las últimas horas; y a la sociedad no estimularlas con la demanda. Como casi todo, al final pasa por una mejor educación que nos enseñe a compatibilizar el derecho a la información veraz con el respeto y la mesura.

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