V de víctimas, no de votos

Los ciudadanos ya han asistido a salidas de tono de dirigentes, como el 'conseller' que diferencia a víctimas catalanas y españolas

Reclamábamos en nuestro editorial de ayer unidad, eficiente y real -lejos de una pose interesada a la que obligaran los acontecimientos-, principalmente entre las instituciones y de todas las fuerzas políticas, como el material clave con el que construir nuestro bastión frente al terrorismo yihadista. Lamentablemente ya se advierten algunas grietas en esa fortaleza que deberían ser selladas cuanto antes. Los ciudadanos no pueden detectar el más mínimo síntoma de divergencias, discrepancias ni hojas de ruta de sus representantes con rumbos distintos ni opuestos. Pero transcurridas algunas horas de los gravísimos hechos acontecidos en Cataluña, ya han asistido a los primeros desencuentros y salidas de tono que pueden empujarles a pensar que, otra vez, hay dirigentes dispuestos a intentar sacar algún rédito político o hacer una burda lectura ideológica de una tragedia como la del 17-A. Mientras Rajoy y Puigdemont se han afanado en transmitir una imagen -inevitable pensar que forzada- de cooperación y colaboración para que en una coyuntura tan crucial como esta no asomara ningún atisbo de desconexión, otros actores secundarios, pero con un papel determinante en el proceso de investigación de los atentados y sobre la información que de éste se deriva, ya han distorsionado, unas veces de forma involuntaria y otras con toda la intención, esa cohesión tan necesaria para unas pesquisas policiales eficaces y una común gestión política del fenómeno terrorista. Finalmente, parece que Gobierno y Govern han cerrado con buenas maneras el episodio que tensó aún más si cabe el estado de shock que aturdía al país en esos momentos: el de la desarticulación o no de la célula terrorista, a la que ya se considera "neutralizada". Sin embargo, el despropósito, cuando no el desvarío, que no debería tener cabida en ninguna declaración ni manifestación pública de los gestores de este caso ha hecho acto de presencia en los despachos de la Generalitat y sus aledaños. Informando de las víctimas mortales, el conseller de Interior hizo una burda diferenciación entre catalanes y personas de "nacionalidad española", obviando que aquéllos, mal que le pese a Joaquim Forn, también son españoles. Sin tener en cuenta el dolor, Forn no tuvo ningún escrúpulo ni guardó respeto alguno a la hora de resaltar esa diferenciación que tanto deleita a las mesnadas secesionistas. Lo más nauseabundo, por el momento, ha corrido a cargo de la CUP. Pero ya no sorprende. Su diputada Mireia Boya tildó al Rey de "hipócrita" por "pasearse" por Barcelona cuando "a la vez financia el terrorismo" por su "amistad" con Qatar y los Emiratos Árabes. ¿Querrán darse cuenta algún día en el Gobierno catalán de que están cediendo al vil chantaje de una organización que rebusca sus votos, incluso estos días, en un estercolero?

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