Tribuna

Jesús Jordano Fraga

Catedrático de derecho administrativo Universidad de Sevilla

Borrell: una salida para el laberinto

El ex presidente del Parlamento Europeo es el símbolo de una nueva mayoría y los partidos constitucionalistas deben articular dicha alternativa en un 'Junts per la convivència'

Borrell: una salida para el laberinto Borrell: una salida para el laberinto

Borrell: una salida para el laberinto / /Rosell

Los acontecimientos vividos no sin ciertas notas de comedia vodevil (ahora convoco, ahora no, ahora me quedo, ahora me voy) y surrealismo (el compañero preso ejemplar de confianza de Jordi Sánchez que no soporta su matraca y rareza "en lo personal") llegan al momento del desenlace.

La crisis del Estado constitucional apunta a su posible/hipotética solución mediante las elecciones exprés convocadas por el presidente Rajoy. De esta forma se ha evitado un periodo de inestabilidad con consecuencias impredecibles en el ámbito social -con abierta fractura preconflicto- y económico -fuga empresarial y afección del PIB y empleo en toda la economía española que acaba de salir de la peor crisis de su historia-. Acabo de ver un vídeo en el que los Mossos protegen Catalunya Radio. Un mosso antidisturbios increpado por la multitud le arrea estopa a un pacífico manifestante unionista con aviesa "molta maldad" y quién sabe si fracturándole los cinco dedos. Pero esto no parece ser noticia y para mí sí lo es porque ésta debe ser la única democracia europea en la que las fuerzas y cuerpos de seguridad (Policía, Guardia civil y ahora los Mossos) son increpados por el pueblo al que sirven. Resta el acto final de la ahora previsible tragedia que es el choque de la dos mitades en actualizado grabado de Goya de los desastres de la guerra o en pintura negra de la Quinta del Sordo.

Lo único positivo en todo lo ocurrido es la autoeliminación de Podemos como alternativa de poder. El desprestigio de los cómplices con el intento de secesión, cegados por su irracional fobia a España y al Gobierno, no es remontable. Tras la salida de Errejón, Bescansa y el alineamiento con Otegi y la CUP, el pretendido carácter transversal de Podemos es una quimera, que no pasará el filtro del centro, el que da las mayorías en España.

Pero lo que todos nos preguntamos es qué ocurrirá si los dados vuelven a marcar la misma figura el 21-D. La identificación de la oportunidad es esencial por parte de todos los partidos constitucionalistas. A mi juicio, esto está lejos de ocurrir cuando los intereses electorales con visión de medio metro hacen posible una derrota que llevaría a un callejón sin salida. Para mí hay una posibilidad que debe explorarse. Josep Borrell el ex presidente del Parlamento Europeo ha encendido la llama en todos los corazones dentro y fuera de Cataluña con un discurso de hombre de Estado, europeo, moderno, moderado lleno de seny (¡qué error histórico más grande del PSOE su defenestración!). Borrell es el símbolo de una nueva mayoría y los partidos constitucionalistas deben articular dicha alternativa en un Junts per la convivència. Hay que estar ciego (como Iceta) para ofrecer el numero tres de la candidatura al líder natural de la Cataluña del seny. Si los partidos constitucionalistas pierden esta batalla el fenómeno tornará irreversible y no habrá de transcurrir mucho tiempo para ello desde el adoctrinamiento escolar y mediático. Borrell debe pilotar la vuelta a la normalidad democrática, en la que quepa la contienda electoral sin bloques de supervivencia, como en la situación actual. Se equivoca Arrimadas pretendiendo patrimonializar la respuesta, ésta sí transversal de verdad, necesaria para el vuelco electoral.

Estas elecciones no son sólo unas elecciones autonómicas: son un plebiscito del propio régimen constitucional y democrático. Está en juego el futuro europeo de Cataluña y la propia pervivencia del régimen constitucional de la nación mas antigua de toda Europa. En esa disyuntiva no caben grises porque será blanco o negro, convivencia o violencia. Sociedad Civil Catalana debe impulsar esta iniciativa.

Lo que necesariamente ha de hacerse para normalizar la vida democrática -como la neutralidad de TV3 o la reversión del adoctrinamiento en las aulas- no se puede imponer desde el 155. Es ahora o nunca. Debe identificarse la contienda electoral de diciembre como lo que es: una apuesta a vida o muerte de la mitad de la sociedad. Si el adversario actúa como frente, es suicida no replicar espectralmente dicha estrategia premiada por la ley electoral (d'Hondt) en un contexto de probables tablas. Es fácil predecir que el transcurso del tiempo sin cambio de Gobierno en Cataluña favorece la fagocitación de núcleo numantino constitucional frente al nacionalismo identitario por una mera razón de dinámica demográfica generacional. El vodevil no puede tornarse en abierta tragedia.

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