Tribuna

Abel veiga

Profesor de Derecho de Icade

Fuegos políticos

De todo ha habido, pero también mucha torpeza propia y muy malos consejos cercanos. Resistir numantinamente sólo se hace desde la integridad ética absoluta

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Fuegos políticos / rosell

Nunca sabremos si el avivamiento del fuego se debió a mano amiga o no. Pero lo cierto es que la deriva y el escarnio en que se convirtió todo el escándalo del máster de la ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid y todavía presidenta del PP en esa región ha tenido un desenlace abrupto, tragicómico y esperpéntico. Ni ella iba a dimitir ni de momento la iban a hacer dimitir. Adviértanse los tiempos verbales pese a saber ella y aquéllos otros que políticamente era un cadaver y la descomposición aceleraría la erosión definitiva en Madrid de los populares. Medir los tiempos, hasta que el bombazo de este vídeo, que ahora parece era conocido ya antes pero silenciado, ha arrastrado al fango la imagen decaída de la presidenta que aún persiste en el acoso y derribo y linchamiento personal. De todo ha habido, pero también mucha torpeza propia y muy malos consejos cercanos. Resisitir numantinamente sólo se hace desde la integridad ética absoluta y la resistencia mental a prueba de acero y de ser conscientes de poseer la verdad.

El descuento político estaba hecho por su partido pese al apoyo decidido hasta hace unos días de la Secretaría general del PP, la única y última valedora en la dirección. Había que medir dos cosas: si otras cortinas de humo podían distraer la atención y tapar la ausencia total de gestión en este último mes, o si el momento de la dimisión se escenificaría en unas semanas pero en todo caso en mayo, justo a un año de las elecciones que ahora sí se ponen muy cuesta arriba para el Partido Popular pero en una estrategia de debilitar y posicionar a Ciudadanos que, como gato en el agua, ha escurrido las corrientes hidráulicas con destreza.

Algún día sabremos si en esta poza de vanidades y venganzas todo el fuego fue ajeno o amigo, o qué parte tiene cada uno de culpa. Quién entregó esas informaciones y vídeos y por qué y para qué, si hay algún tipo o no de venganza, si la carrera sucesoral a Rajoy empieza con esta larga noche de cuchillos oxidados que no largos, si se han utilizado fondos públicos o no para destapar estos escándalos, si todo este atisbo de dignidad se detiene aquí o es frenada antes de alcanzar otros puertos, en fin, somos marionetas de lo que somos y rehenes de nuestras propias y autoinfligidas ignorancias.

Tenía que dimitir. Sí o sí, y tenía que haberlo hecho cuando no pudo acreditar cuestiones clave de su máster. El daño a su imagen, a la presidencia y al partido sólo ha crecido. Un político sin credibilidad es una marioneta arrojada a un río y arrastrada por la corriente y el escarnio de otros.

El tiempo no aplacará la imagen deteriorada de la ex presidenta. Será recordada por ambos casos. Triste pero cierto. De poco o nada importará la gestión hecha, ni la calidad o acierto o fracaso de la misma en estos tres años en Madrid. Nadie quiere saberlo. Tampoco si fue estilete de verdad o no frente a la corrupción que ha afectado a políticos de su partido en la Comunidad y que les ha llevado a la cárcel y los casos aún abiertos y que ella misma quiso en estos últimos días denunciar. Todo será cubierto por un espeso manto de hipocresía y silencio. Siempre ha sido así. Pero también sabrá que la política, o este arte disimulado de política que escenifican nuestros políticos, no agradece nada, y además, no tiene memoria.

La ingratitud y el desprecio se harán manifiestos y los que ayer aplaudían y se hacían fieles lacayos henchidos de cinismo mirarán hacia otro lado o torcerán el gesto. El angel caído es eso, un caído en la ciénaga de los olvidos y en los olimpos infernarios que nadie quiere rescatar. Los que ayer adulaban hoy buscan adular al sucesor y subirse al carro de las prebendas y ungimientos. Quién utiliza a quién es algo que todos los que han estado y están en las escaleras infinitas de la política deberían preguntarse, amén de los intereses económicos y empresariales que muñen entre bastidores no pocos artes menores pero más importantes.

Cristina Cifuentes cierra de un modo tragicómico su vida pública. De la peor de las maneras en un país cainita y cínico como el nuestro. De un modo banal, chusco si me lo permiten, barriobajero. Unas imágenes que hablan por sí solas con todas las presunciones que haya que tener. Pero que dicen y escriben un triste y amargo epitafio. Y sí, ha habido acoso y derribo, tanto propio como ajeno. Vendettas y carnaza que la oposición, no toda, ha devorado agarrada como un mastín. Pero para acoso y derribo en este país, sólo uno, el que sufrió por parte de todos, insistimos en todos, Adolfo Suárez. Aquello sí fue acoso y derribo. El resto es victimismo también en buenas dosis. Eso sí, cocinado a fuego lento.

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