Tribuna

José sánchez luque

Foro Andaluz Diamantino García

Nueva espiritualidad

No podemos encerrarnos en una sola tradición religiosa. Lo mismo que en una fiesta no puede haber sólo un canto, un instrumento o una música

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Nueva espiritualidad

Parece que estamos en un momento posreligioso. Las religiones ya no se pueden entender a sí mismas y han quedado afectadas tanto por el encuentro con los otros credos como por el fenómeno de la secularización. Pero la secularización también ha cambiado. Ya no tiene la ferocidad del siglo XX. Nuestra sociedad irreligiosa se está dando cuenta de que hay una dimensión de trascendencia en el ser humano que no podemos eliminar, porque entonces dejamos de ser humanos. Están apareciendo brotes de algo nuevo que todavía no sabemos qué forma tendrá, pero todo apunta de que está llegado una nueva primavera.

En 2011 se publicó un libro en Francia, paradigma del laicismo europeo, sobre la espiritualidad en la escuela, L'education au risque du spiritual, en el que se insiste en definir la espiritualidad para el mundo educativo y en facilitar la presencia de las grandes tradiciones espirituales en la escuela. Muy cercana a esta propuesta encontramos el informe del Ministerio de Educación de Québec sobre El desarrollo espiritual en la educación y el informe de la Unesco para replantear la educación (2015), que pide a la escuela que afronte entre otras la dimensión espiritual de la persona humana.

Aunque algunos se empeñen en negarlo, el ser humano no puede abandonar su condición espiritual. Y es una convicción cada vez más compartida el que la forma en que se vive esa dimensión espiritual o religiosa no puede ser absolutizada, negando las otras formas ("La ola es el mar… pero no todo el mar"). Nos necesitamos unos a otros en todos los campos del saber, por lo que no tiene sentido la competitividad entre las diferentes aproximaciones. Nos requerimos unos a otros, desde la ciencia o la filosofía, la teología, la tecnología, la biología, la ecología, la psicología, etc.

No podemos encerrarnos en una sola tradición religiosa. Lo mismo que en una fiesta no puede haber sólo un canto, un instrumento o una música. O en un jardín no puede haber sólo una clase de flores o en un bosque solo una especie. La ola no es todo el mar. Estamos llamados a compartir todo lo bueno que tienen los demás. Que una idea o creencia deje de ser totalitaria (el mar soy yo), no significa que no puede ser plena. El diálogo con el otro no te quita tu plenitud sino tu pretensión de totalidad: yo soy todo el mar. Y esto nos hace a todos más humildes, y la humildad está más cera de la verdad que cualquier otra cosa.

Tan necesario es atender la originalidad de cada manifestación de la vida y de cada ser humano como comprender que todo emana de una única fuente y regresa a esa única fuente. Por eso es necesario hacer cada día un poco de silencio para tomar conciencia de lo que somos y vivimos. Tenemos que descubrir y alimentar nuestra interioridad. Así como no podemos pasar ni un día sin dormir, comer o asearnos, tampoco deberíamos pasar cada día sin dedicar, al menos media hora, a la meditación.

Por meditación entiendo cualquier forma de detención o quietud de la mente que permita la toma de conciencia de lo que estamos viendo, No tiene que ser necesariamente sentados, puede ser practicando yoga, Chi Kung, contemplando la naturaleza o por la vía de la contemplación estética. Y todo esto nos debe llevar a una actitud de apertura a la realidad. No podemos estar continuamente criticando, sospechando o exigiendo, esto es muy tóxico. Nos hace personas muy duras, incapaces de percibir lo sorpresivo de cada persona. Hemos de llegar a la capacidad de bendecirlo todo aun aquello que nos molesta.

Por último, es necesario soltar cosas, estamos muy tensos, aferrados a cosas, a roles y a personas. Y esto nos desgasta terriblemente. Soltar es confiar en que en cada momento vendrá lo que tiene que venir y que lo sabremos recibir. La meditación es más que una simple técnica. Es la posibilidad de vivir en estado de apertura. De ahí brota espontáneamente la capacidad de aceptar, de agradecer, de soltar. La meditación (etimológicamente, caminar hacia el centro, hacia el corazón), nos permite cambiar nuestros impulsos ofensivos, defensivos y depredadores en gratuidad, bendición y desprendimiento…Nos supone pasar del rechazo al abrazo, de la indiferencia a la solidaridad, del individualismo a la comunión. En una palabra: nos enseña a poner más corazón en nuestras manos.

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