Tribuna

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

Populismo, no hay que irse tan lejos

Como decía Garton Ash, "estos populismos nacionalistas son una ideología que asegura que la voluntad expresada por el pueblo vale más que todas las demás fuentes de autoridad"

Populismo, no hay que irse tan lejos Populismo, no hay que irse tan lejos

Populismo, no hay que irse tan lejos

No ha habido tiempo para recuperarnos de la valerosa, heroica y épica gesta llevada a cabo por el no menos valeroso, heroico y épico concejal del Ayuntamiento de Badalona, el ya famoso, alabado y venerado Josep Téllez, quien, a las puertas de ese Consistorio, en un 12 de octubre de 2016, y poniendo en riesgo su integridad física y actuando por delegación de la alcaldesa que, casualmente, se encontraba fuera de España, rasgó con gesto displicente, chulesco y despreocupado el auto judicial que prohibía al Ayuntamiento de esa ciudad catalana abrir sus puertas con normalidad por tratarse de un día festivo en todo el territorio español. Un mes después, el pasado día 14, nos desayunamos con la noticia de otra heroicidad, proveniente del mismo sector -los héroes de la independencia de Cataluña-, pero protagonizada, en esta ocasión, por personajes ya conocidos en la escena política española.

Cuando ya habíamos olvidado que existió un señor llamado Artur Mas, que fue presidente del Gobierno catalán, aparece en Barcelona, junto a un grupo de dirigentes independentistas, brazos en alto, manos arriba y dedo índice de mano derecha y de mano izquierda extendidos, indicando con ese gesto que, aunque no esté en primera línea, sigue siendo el número uno de la política catalana. El gesto parece que iba dedicado a todos aquellos que el domingo 13 de noviembre se manifestaron en la capital catalana para respaldar y apoyar a todos los políticos que están siendo investigados o procesados por desobediencia a la ley las resoluciones judiciales. De nuevo la épica se reflejaba en la cara de Mas, de Carme Forcadell, presidenta del Parlamento catalán, y de Francesc Homs, acusado de prevaricación, y en el rostro del actual presidente autonómico, Carles Puigdemont, que al parecer se propone "levantar la voz" para defender las instituciones catalanas.

Aparentemente, nada tienen que ver esas muestras de proeza y heroísmo con lo que está pasando en EEUU tras la elección de Trump como presidente de ese país. Al presidente electo se le ha tildado de nacionalista por su discurso y por sus propuestas que colocan a EEUU como la prioridad máxima, por encima de cualquier otra prioridad o principio. Para Trump, la economía estadounidense se coloca por encima de la economía globalizada, la cultura norteamericana es superior y preferente a cualquier otro tipo de manifestación cultural, proveniente de otras razas o etnias, y su política exterior tiende al aislacionismo frente a la expansión. Ese rancio nacionalismo del elegido presidente tiene su expresión más acabada en el presidente de la American Freedon Party, William Johnson, al que Trump eligió para que presentara su candidatura en la convención republicana que lo designó como su candidato a la Presidencia de EEUU. El tal Johnson declaró que "ninguna persona podrá ser ciudadana de EEUU a menos que sea blanca no hispana, de la raza europea, en quien no haya rastro determinante de sangre negra, ni de Mongolia, Asia, Asia Menor, semita, de Oriente Próximo, indígena americano, sangre malaya u otra sangre no europea o no blanca".

Cuando tanto se especula y se critica ese nacionalismo, aquí, a la puerta de casa, tenemos el nacionalismo catalán que, sin contener los rasgos tan repugnantemente racistas, como los de Trump, manifiesta menos generosidad que el del ganador de la Presidencia norteamericana. William Johnson, cuando exige la deportación de todos los ciudadanos o residentes no blancos de EEUU, expresa su voluntad de que "para ser justos, los afroamericanos deben recibir una rica dote para que puedan prosperar en su tierra natal". Por el momento, ninguno de los valerosos y arriesgados héroes de la independencia han comentado algo parecido para todos aquellos charnegos que se vean obligados a abandonar Cataluña el día en que Mas sea proclamado primer presidente de la república catalana.

Los organizadores de la manifestación de apoyo a los investigados gritaban con fe y ahínco que "no tenemos miedo", sosteniendo que los políticos imputados se limitaron a acatar la voluntad de los ciudadanos en las urnas. Y aquí sí que ya podemos establecer una total sintonía entre el populismo nacionalista de Trump y el populismo independentista catalán. Como decía Timothy Garton Ash en un acertadísimo artículo publicado en El País el mismo día en que los independentistas le hacían la ola a los investigados, "estos populismos nacionalistas son una ideología que asegura que la voluntad expresada directamente por el pueblo vale más que todas las demás fuentes de autoridad. Cuando Trump dice "yo soy vuestra voz", está usando una típica frase populista. El mismo mensaje que el que transmitían los que se leían en la manifestación del domingo en Barcelona: "Desobediència", "Adéu Tribunal Constitucional"

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