Tribuna

José Antonio González alcantud

Catedrático de Antropología Social de la Universidad de Granada

El Rif en su previsible autonomía

El Rif en su previsible autonomía El Rif en su previsible autonomía

El Rif en su previsible autonomía

El Rif -hay que precisar que en lengua local significa lo que es: escarpada y accidentada costa-, cuyos indefinibles límites pueden trazarse arbitrariamente desde la frontera argelina hasta las cercanías de Tetuán-, es una región afectada por la dura belleza de los lugares esteparios. Montañas medianas, continuación geográfica del sistema penibético peninsular, no posee altitudes comparables al Atlas, ni tampoco playas kilométricas de fina arena de duna como en la fachada atlántica de Marruecos. Su belleza es la de las zonas semidesérticas, pedregosas, de arbustos insignificantes, de barranqueras abruptas. Recorrer las montañas rifeñas por los cuatrocientos kilómetros de la carretera construida por los españoles que va de Melilla a Ceuta, pasando por zocos, cuarteles abandonados, bosques de cedros, etc. era una aventura hasta hace poco.

El Rif nunca tuvo ciudades propiamente dichas. Ni siquiera Tetuán ha ejercido su autoridad de ciudad de lejanos orígenes andaluces sobre este vasto territorio montañoso. Probablemente la pequeña ciudad de Badis desapareció cuando se estableció el presidio español de Vélez en su frente. Las únicas ciudades de su entorno fueron y son españolas, Ceuta y Melilla. El Rif no ha tenido vida urbana, hasta que en virtud del protectorado español fueron creciendo Nador y Alhucemas, fundada esta última por las tropas de ocupación.

El líder tribal Abdelkrim al Jatabi, educado por los españoles, procedente de una familia de "moros de paz" melillenses, tras volver sus armas contra España y humillarla con la derrota de Annual (1921) proclamó la "república" del Rif por cinco años, con un amplio programa de modernización. Su sombra, junto a la de otros líderes como Bou Hamara, que se proclamó sultán en Zeluán, o Raisuni, del más escorado país Yebala, sigue proyectándose sobre la región con fama bien ganada de rebelde e indómita frente al sultanato alauita.

Sus habitantes, dispersos en aldeas, de bravura reconocida, participaron del lado nacional en la Guerra Civil española, siendo un factor determinante para el triunfo de los sublevados, y veinte años después fueron la parte más visible del ejército de liberación del norte que abocó a Marruecos a la independencia. Los intentos de Mohammed V, y de su ideólogo Allal El Fasi, de pactar con Abdelkrim en Egipto para incorporarlo a su proyecto del Marruecos independiente no fructificaron. El mítico líder rifeño se mostró siempre huidizo. Las nuevas fuerzas armadas reales alauitas no integraron a los aguerridos rifeños, que se sublevaron en 1958, en una sorda guerra que como la Sidi Ifni, de aquellas mismas fechas, se quiso mantener en secreto. Tarik Idrissi, gran director rifeño, ha retratado en un documental recientemente estrenado ese mundo de vencidos. Derrotados, intrigaron contra Hassan II. Me contaron una vez que los cadáveres de los militares beréberes, unos del norte otros del sur, que intentaron atentar contra el rey en 1971 reposan clandestinamente bajo la alcazaba de Chauén, en el país Yebala, no lejos del Rif.

El Rif lleva meses desafiando al sultanato. Unos amigos llamaron a Alhucemas la "ciudad de la espera", al rodar allá un documental bajo ese nombre. Los jóvenes titulados rifeños en las universidades del Marruecos útil retornan a sus lugares de origen con la única esperanza vital de huir a Europa; los que no lo hacen se van marchitando en los cafetines hablando de fútbol y fruslerías. La última vez que estuve en Alhucemas viajé en un taxi lleno de gente; paramos a llenar el tanque de gasolina en un "gasolinera" ilegal que no era otra cosa que una choza donde servían el combustible en bidones. Está claro que el Rif sigue siendo mundo aparte, y que la modernidad que arrasa en el resto de Marruecos no ha pasado por allí. El rencor se ha ido acumulando, a pesar de que su lengua, de orígenes preislámicos, haya sido reconocida como idioma oficial por el reino alauita, y que estemos lejos de aquellos años anteriores a las revueltas del pan de 1984, cuando te enseñaban en secreto las grafías beréberes cual material subversivo.

La única solución territorial posible para Marruecos desde hace décadas es que lo vengo oyendo decir pero nunca realizar: la regionalización del reino. De existir una región autónoma en el Rif, esta podría relacionarse más fácilmente con Ceuta y Melilla, y por ende con Andalucía. Las relaciones cara a cara, entre vecinos, sin interferencias, pueden dar resultados espectaculares en cuanto a convivencia y negocios. Pero algo en los dos lados impide que esta posibilidad exista, y ese algo pone todos obstáculos que puede para que no marche no solo la autonomía rifeña, sino también unas comunicaciones más fluidas desde Andalucía con el Rif. La estabilidad regional de esta parte del Mediterráneo está en juego. No hay más salida que la autonomía para el Rif con capitalidad en Alhucemas. Sólo eso dará satisfacción a los actuales movimientos, que de lo contrario pueden llegar a desbordarse sin remisión, habida cuenta de la rabia acumulada en un pueblo que se llama a sí mismo amazighíes u hombres libres.

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