Tribuna

José Barrigón Asencio

Nuestro singular litoral gaditano

SE dice que soñar no cuesta dinero por lo que me atrevo a hacer un particular y peculiar peregrinaje recorriendo nuestro hermoso litoral gaditano bañado por las frías aguas del Atlántico, encontrándome con lugares donde la naturaleza nos ofrece y brinda, todavía, parajes y paisajes de extraordinaria belleza difíciles de igualar artificialmente. La calidad ambiental de las playas que jalonan su costa colmada de climas benignos, naturales rincones cuajados de legados culturales y patrimoniales; emblemáticos pueblos regados por la cal salpicando de luz sus entornos plenos de rincones bordeados de una especial fauna y flora, suaves acantilados donde se recrean burbujas talladas en piedra; siluetas escarpadas desde las que nos dejamos seducir en la contemplación de esas aguas del mar que reflejan rayos del sol, calas en estado casi virgen inundadas en los variados colores de sus arenas que nos aturden con su orográfica belleza; naturales ensenadas coronadas por dunas, guiños de faros en sus lindos atardeceres justo al lado de espectaculares puestas de sol casi divinas, gigantes alados cortando los vientos de levantes y ponientes; hermosas y exquisitas playas con aguas de un aparente azul turquesa cargadas de suaves brisas que mecen las arenas… Un mundo todavía grandioso, salvaje, lindo… (palabras que evocan mensajes atractivos), ciertos espacios ajenos a la domesticación y al control humanos. Esa luz, esas distancias, esos silencios, ese poder de sus aguas marinas donde sus cielos hacen brillar con fuerza una exótica naturaleza donde apacibles vientos nublan los sentidos. Maravillas naturales que nos dejan sin aliento. Una naturaleza casi en estado puro y que todo este caudal como mejor se aprecia es caminando, atravesando, observando el ritmo de la misma y percatándose, a su vez, de la paulatina degradación que marcha poquito a poco adentrándose en el entorno. No digamos si esto lo trasladamos a otros lugares de nuestros otros ‘pintorescas’ áreas de nuestra orografía peninsular. Me atrevería a decir que podríamos hasta ponerle, ¿por qué no? , ‘superlativos’. La masificación turística es, sibilinamente, otro de los contaminantes de la naturaleza y, posiblemente, otro desastre más . El tiempo ha hecho su trabajo y el hombre lo va, poco a poco, estropeando ya que su actividad en el impacto puede llegar a ser desastroso y devastador a pesar del posible esfuerzo que se pueda estar haciendo para su conservación. Esto cada vez es más palpable en lugares de cierto ‘atractivo turístico’. Para bien o no, sobradamente sabemos que los avances tecnológicos marchan a velocidad de vértigo y que lo que hoy vale y sirve, mañana o pasado mañana quedará obsoleto. No sé si podrá llegar el día en que las máquinas superen al hombre y puedan convertirse en otro depredador o éstas jamás podrán superarlo. Prima el negocio, ese vil metal que todo lo corroe y a costa (no para conservar la costa) de la degradación de una buena parte de lo que aún se posee. Desde los cuatro puntos cardinales se divisan amenazas. Éstas y otras muchas podrían llegar a mermar la fragilidad de los idílicos parajes que todavía moran en nuestro bien querido litoral. La economía, por suerte o por desgracia, para bien o para mal, lo dirige casi todo por no decir todo, por lo que todas nuestras naturales bellezas y encantos que oferta nuestra costa serán capaces de aguantar ese posible maltrato que les puedan infligir. Los irracionales humanos, los de diminutos cerebros, aquellos empachados de metáforas que emergen de cloacas perfumadas (al igual que la de determinados cantamañanas de la política) van terminando por desarreglar lo que tocan y haciendo difícil lo fácil como es: ‘vivir’. Actúan en su propio y exclusivo beneficio. Se dice no hay bisturí más preciso que la palabra o frase bien construida para que, bien articuladas, sirvan para dañar o enaltecer acciones que uno quiere conseguir en las diversas facetas de la vida ya que el saber y un cierto saber ponerlas en acción resultan o pueden resultar más peligrosas que cualquier otro poder. La palabra ‘ética’ no se sabe si tendrá, en un futuro no tan lejano, aquiescencia y no solo sobre nuestra naturaleza y medioambiente sino en y sobre otros órdenes y aspectos que no hace falta ni siquiera mencionar y si, para esos entonces, llegase a existir como tal. Quisiera concluir recordando a Cervantes que en cierto pasaje de su insigne obra ‘El Quijote’ llegó a describir las playas (hoy abarrotadas, sobre todo en época estival, que para coger un diminuto espacio en las mismas hay que levantarse a las claras del día), como “esquivas playas, desnudas del contrato humano”.

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