Tribuna

Luis navarro ardoy

Sociólogo. Universidad Pablo de Olavide

Todos los terroristas son inmigrantes

De forma cada vez más habitual, la clase política lanza a la opinión pública nuevas sensaciones y nuevos temores con el objetivo de retener a su electorado

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Todos los terroristas son inmigrantes

Como se ha comprobado en las elecciones norteamericanas, y se volverá a repetir en próximos comicios que se celebrarán en nuestro entorno europeo, como Francia y Alemania, el contenido de los discursos políticos está cargado de mensajes que tienen que ver con emociones y que, en muchos casos, arremeten contra las personas. Ya se sabe: política sin emoción, política que fracasa.

No hace falta ser muy talentoso para darse cuenta de que hay políticos (y políticas) que usan a los refugiados en beneficio propio y para amedrentar a la gente. Lo hacen sin cortapisas, para generar ansiedades a la ciudadanía. Y así articulan un discurso donde tiene cabida la invención de miedos sobre el terrorismo, miedos a esa gente "extraña" que viene a nuestro país a quitarnos nuestros trabajos, nuestro pan, a colapsar los servicios sociales y la sanidad.

Sin que importe la veracidad de tales afirmaciones, se trata de estrategias discursivas orientadas explícitamente a obtener réditos electorales. Es así como políticas del estilo de Marine Le Pen, en Francia, obtienen un capital político al exacerbar el miedo al "extraño" (Bauman, 2016). De forma cada vez más habitual, la clase política lanza a la opinión pública nuevas sensaciones y nuevos temores con el objetivo de retener a su electorado.

Tampoco hace falta ser muy lumbrera para darse cuenta de que, cuando nos dicen que "todos los terroristas son inmigrantes", el mensaje implícito que subyace es que "todos los inmigrantes son terroristas". Se trata de una afirmación inventada (no es real) para crear miedo entre la ciudadanía. Se trata de una afirmación tan ridícula como decir que "todos los inmigrantes subsaharianos tienen un nivel cultural bajo porque suelen desarrollar trabajos poco cualificados".

Este tipo de mensajes me producen mucha jaqueca mental, muchísima, al saber que se trata de mensajes que calan con demasiada facilidad en la sociedad, en este mundo de "pensamiento rápido" como diría Kahneman (2015).

Para intentar solventarlo, nada mejor que recurrir a los medios de comunicación para manifestar públicamente que afirmaciones de este calado casi siempre proceden de juicios de valor y nunca, o casi nunca, están basadas en la evidencia científica. Aunque un artículo o dos quizá no valgan de mucho, sí al menos podrán servir para mantener encendida la vela de la llamada de atención, el faro que ilumine algo entre tanta sombra intencionada.

En casos como el mencionado de los inmigrantes subsaharianos, los investigadores decimos que la relación entre esas dos variables es espúrea, porque seguramente se debe a una tercera (que sea la causa real), de tal manera que lo que parece ser una relación directa entre dos variables no es tal, de ninguna de las maneras.

Podemos decir que la altura de las personas está asociada a mayores ingresos económicos. Aunque existe una asociación entre esas dos variables, la altura no es la causa de las diferencias de ingresos, sino el género. Por ello, conviene aquí recordar que los fenómenos sociales suelen estar originados por una multitud de causas y factores.

En definitiva, es cierto que todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero no a disponer de sus propios datos que le permitan confirmar con evidencias las afirmaciones que hace. Por ello, debemos diferenciar entre lo que es un juicio de valor (por ejemplo, decir que el aborto es/no moralmente correcto) y aquello que está basada en la evidencia científica o es un hecho conocido (saber que en muchos países europeos el aborto está permitido en los tres primeros meses).

Ante situaciones así, vendría bien dedicar algo de tiempo a criticar en voz alta las afirmaciones de todas esas personas que hacen juicios de valor (véanse muchos programas de tertulias) y que, por lo tanto, no están basados en la evidencia científica que se desprende de los estudios con calidad científica.

Y para darlos a conocer, tenemos desde la academia el gran reto de arremangarnos para echar una mano, "traduciendo" al gran público los resultados de nuestras investigaciones. Ése sería nuestro granito de arena para divulgar una reflexión basada en la evidencia que permita luego a los ciudadanos tomar sus propias decisiones de la forma más correcta.

No es una tarea trivial, pues pone de relieve uno de los compromisos que como científicos sociales tenemos con la sociedad: contribuir a sucambio y, sobre todo, a su mejora. Me sentiría orgulloso si mi vecino, algún día, me dijera que le resulta útil tener cerca a gente que trabaja en la investigación social.

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