Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

¡Levántense ya!

La faceta reivindicativa es la menos conocida de los andaluces, pero cuando la utilizan, la cosa funciona

Cumplo veinte años entre ustedes y, la verdad es que no me arrepiento de ninguno de ellos. Así, en general, al menos. Coincide que la fecha de este artículo, parido entre temblores febriles -y no es ninguna licencia- lo leerán si tienen a bien, la víspera de su día y delante de un puente de esos que nos encantan a todos, por más que alguno pretenda conseguir la Medalla del Trabajo vitalicia. Cierto es que, siendo de donde soy, un ramalazo nacionalista siempre me ha caracterizado; también hago poco por evitarlo, la verdad y jamás me ha pesado lo más mínimo.

Una de las cosas que más me llama la atención, es lo poco que lo son ustedes. Durante estos años, la gente se partía cuando me veían ir a comprar al Eroski más cercano a donde me encontraba. No entendí qué le veían de extraño. A mil kilómetros de mi casa, ir a comprar piparras y que no te detengan por sospechoso de intentar reorganizar el comando del mismo nombre, era un logro. "El que no lo entiende soy yo. Vamos a ver; si vosotros estáis en Bilbao y tenéis un supermercado andaluz, seguro que hacéis lo mismo". Por la cara que ponían se ve que no.

El asunto es que creo que, a pesar de esas ganas de vivir que hacen gala todos los días, pienso que los andaluces se quieren poco a sí mismos. Si en mi Bilbao tuviéramos el jamón, las gambas, el pescado, las frutas, las verduras y las carnes, quesos y vinos que tienen por aquí, no nos tosía ni el Tato. Y al primero que se le ocurriera iba estar comiendo chóped el resto de su vida, pero el Jabugo, ni olerlo. Un amigo mío siempre me decía que "los vascos no vamos a ser nunca independientes; nos gusta demasiado el jamón y el aceite y allí no se da bien". Tiene razón.

Les echo de menos esos puñetazos encima de la mesa que tanto alivio procuran y que tantas soluciones pueden traer apenas se ha apagado su sonido. En cuanto lo han hecho, lo han conseguido. Baste que alguien les logre convencer de que sólo ustedes son los dueños de su destino para que salgan a la calle a miles para no aguantar ni un minuto más a tanto inútil que ha convertido la sanidad pública en algo de lo que avergonzarse. En este ámbito, ni media broma amigos y aquí se nos atiende en los hospitales y en los centros de salud como es debido. Es entonces cuando me caen ustedes mejor. Esa vena vasca, de mala leche, no la tienen tan escondida. Sólo hace falta encontrarla y saber dónde está, porque hay muchas cosas que siguen dependiendo de ustedes.

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