Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

El curioso 'flash' de Miami

La Marcha Real tiene poco recorrido para contener una letra que, a pesar de los intentos, sigue sin cuajar

Panzas repletas se juntan en torno a una mesa de dominó, juego que, como todo el mundo sabe, no consiste en enlazar con prestancia las fichas según marcan los puntos que en ellas están inscritos, sino en ser el más contundente a la hora de lanzarlas sobre la tabla de mármol para que hagan el mayor ruido posible; caras que nacen con un habano en la boca, esté encendido o no; vasos de ron añejo con los que pasar la tarde; insoportables letanías de música salsera en la que no importa el género del que se trate porque todo suena igual; algarabía cada vez que una televisión americana recala entre ellos para preguntarles por algo de lo que dejaron atrás y que adornan con alabanzas al país que les acoge e interminables insultos al que dejaron atrás; hileras de palmeras, el árbol más inútil del mundo que enmarcan un desfile de vestidos breves, caras que desafían con botox el paso de los años, cuerpos bronceados en pleno invierno y silicona en aquello que se ve y en lo que no.

Siento los prejuicios pero me imagino así a Miami, a pesar de que nunca he estado en el paisaje que me han trasladado desde otros lugares. Refugio de refugiados y asilo de jubilados de lujo, la joya de Florida que ya fue parte de nuestra historia con mayúsculas en tiempos de Ponce de León, cinco siglos después llega para inscribirse en la más cotidiana, como el lugar en el que la afamada Marta Sánchez, tuvo "un flash" y se le ocurrió la nueva versión del himno nacional.

No me lo tomen a mal, pero la Marcha Real, no tiene remedio. Sea Pemán o la que destrozó a Olé Olé, ninguno de los intentos de dotarla de lo que no tiene -recordemos que lo intentó ese prohombre de la música nacional como Leonardo Dantés, poco después del impagable Tiene nombres mil- ha servido para poco más que para la mofa y el irrefrenable deseo que, sea como sea, mejor que siga como está. No conseguiremos nunca esa sensación como la del Millennium Stadium de Cardiff, donde en cada partido de rugby cuando se entona el Tierra de mis padres, siempre hay alguna de sus quince moles que no puede acabar de cantarlo sin emocionarse, a pesar de que está harto de cantarlo y escucharlo. Lo nuestro es otra cosa. No sé si ha faltado pedagogía o sobrado alas a quienes se consideran mejores cuando sólo son diferentes. Por eso, que muchas gracias Marta; ha estado bien, pero tira de nuevo para Miami que a lo mejor allí te echan hasta de menos.

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