No viví el apogeo del Cortijo de los Rosales, pero de tanto oír hablar a mi madre del lugar donde se enamoró, en el que un tal Raphael se sentó a su mesa y le cogió la mano, ese paraíso de su juventud lleno de angelitos negros, le tengo un cariño especial. Me veo de niño asomándome, gracias a los hombros no especialmente altos de mi padre, para ver apenas unos segundos a Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina, que entonces arrasaban en nuestro país, o paseando de la mano de mis padres en nuestros domingos tan especiales, en los que yo era feliz con un viaje en el látigo y un paquete de palomitas. Así que cuando me he enterado que el parque se va a disfrazar dos noches del viejo Cortijo de los Rosales para homenajear a su propietario, Antonio Martín de Mora, me ha dado un ataque de nostalgia. Porque a veces se puede llegar a echar de menos lo que nunca ocurrió.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios