educación superior | el debate sobre la burbuja universitaria

Títulossin ir a clase

  • En plena convulsión en el mundo universitario tras el caso Cifuentes diez profesores y catedráticos de la Universidad de Cádiz opinan sobre la avalancha de la oferta de titulaciones superiores y másters online

Títulossin ir a clase

Títulossin ir a clase

"No tuve que ir a clase y me convalidaron 18 asignaturas de las 22. Esas cuatro asignaturas las aprobé con trabajos". A continuación, el dirigente del PP madrileño, Pablo Casado, mostró sus pruebas: documentos de pago. A cambio de esos documentos obtuvo un título con el que puede concurrir a concursos de profesor universitario en condiciones de igualdad con quien hizo un máster de verdad, con 22 asignaturas. Él sólo hizo cuatro. Nunca se examinó de ellas.

Dos dirigentes del PP de Cádiz lucen en sus currículum un escueto 'licenciado en Derecho'. No se dice por dónde, pero vale igual que cualquier otro. Es por la Universidad Católica de Ávila. Dice su anuncio: "Te lo ponemos fácil. Matricúlate ahora. Aprende a tu ritmo. Utiliza materiales resumidos. Descubre el campus virtual. Examínate cerca de casa". Pregunto al que fue profesor de Derecho de uno de estos cargos del PP en la Facultad de Jerez. Contesta socarrón: "Quizá no pudo obtener aquí, él, que siempre ha vivido en esta provincia, el éxito que ha logrado al abrigo de la lejana muralla abulense". La Universidad Católica de Ávila nació en los tiempos en que Ángel Acebes era alcalde de una ciudad con 58.000 habitantes. Su viabilidad era discutible. Hasta que se lanzaron a los grados online. A día de hoy imparte 59 títulos del programa Online Emprende. La Universidad de Cádiz, por ejemplo, cuenta con 50 posgrados, todos presenciales, menos que esta pequeña universidad que hace unos años apenas si contaba con 800 estudiantes. El online los triplicó. Hoy tiene un alumno por cada 29 habitantes. Sólo que sus alumnos no son de Ávila. Ávila es sólo un ejemplo. En España hay más de 250.000 alumnos matriculados en grados o posgrados online, buena parte privados.

El caso Cifuentes ha abierto múltiples interrogantes sobre el funcionamiento de las universidades. Uno de ellos es el de titular sin ir a clase. Liberando a diez profesores y catedráticos de la Universidad de Cádiz de su nombre y permitiendo anonimato (no todos lo han pedido), la pretensión es saber hasta qué punto desde dentro de la Universidad tradicional se debate sobre si estamos corriendo el riesgo de que la formación digital engulla un sistema que ha servido durante los últimos 40 años de ascensor social y cuáles son los controles de calidad para 250.000 nuevos títulos. Una burbuja en toda regla.

"Debemos formar a los profesionales del mañana con herramientas del siglo XXI", opina este profesor de Economía Aplicada. "Los cursos online nos están ayudando a cambiar el rumbo de la educación. Permiten a los usuarios tener flexibilidad de tiempo y espacio. La sociedad actual tiende a evitar la presencialidad en todo. Creo que la enseñanza a distancia es el futuro, pero es importante que se desarrolle y mejore día a día. Todo depende del profesor, de cómo explica y de las ganas y tiempo que le dedica".

Menos optimista se muestra un catedrático emérito de Empresariales: "Es una grave amenaza si desplaza por completo a la formación tradicional que se fundamenta en las relaciones profesor-alumno y alumnos entre sí. Si es de calidad, puede ofrecer instrucción en una técnica, pero es más dudoso que ofrezcan formación integral. Es imposible obtener online el bagaje intelectual y emocional que da la interacción de un grupo de personas trabajando juntas. No crea una red de complicidades, de agendas de confianzas para el futuro. Puede ser un complemento para reforzar los modelos tradicionales de los docentes, conocer experiencias e incluso refuerza la autonomía del alumno en su búsqueda del saber. La innovación suele surgir de la mezcla y hoy se debe innovar con opciones que van más allá del mundo exclusivamente online o exclusivamente presencial. Pero esas innovaciones suelen estar limitadas por las rigideces organizativas de la Universidad y de sus sistemas de gobierno, que no siempre encuentran la forma de dirigir y controlar el cambio".

Desde Medicina, un veterano catedrático considera que "la información y la formación se pueden dar online, y funciona bien, hay plataformas de formación on-line como Edx o Coursera, por citar las más importantes, impulsadas por Harvard o Stanford, las mejores del mundo, pero otra cosa es acreditar oficialmente esa información/formación dada. Es necesario desarrollar mejores métodos de evaluación y acreditación de títulos online". Reconoce que también hay en estos cursos una fórmula para optimizar los recursos docentes que se disponen. Es decir, qué hacer con los profesores que nos sobran.

También en Medicina otro catedrático observa que los máster, sean presenciales, semi-presenciales o online, se diferencian "en los precios, pero sobre todo en el prestigio. Los online tienen menos, pero depende de para qué los utilices".

Sobre el catedrático elegido como representante de Historia revolotea el escándalo Cifuentes, pero está seguro que "dar un título de máster sin aparecer por las clases, falsificar firmas o entregar actas fraudulentas no creo que sea una práctica común en la universidades públicas. Los que somos funcionarios y estamos algo cuerdos sabemos lo que nos jugamos cuando cumplimentamos documentos. Aquí ha habido un tinglado montado por un catedrático que intercambiaba títulos por subvenciones de organismos públicos, al parecer todos cercanos al PP". Admite no saber mucho de las universidades privadas, salvo que, "como todo negocio, están montadas para ganar dinero. Este es su principal fin. Resulta llamativo que alguien que está haciendo la carrera de Derecho en la UCA lo deje cuando le quedan asignaturas por aprobar y las termine por universidades privadas situadas a cientos de kilómetros, sin aparecer por clase". Un máster muy específico es el que hay que pasar para ser docente de Secundaria, el antiguo CAP. En cada curso la UCA oferta en este máster un número reducido de plazas muy por debajo del número de alumnos que se gradúan. "¿Qué es lo que hacen quienes se quedan sin plaza en la UCA o en otras universidades públicas?. Hacen el máster de secundaria a distancia pagando una pasta a las privadas".

Una profesora de Criminología, un grado muy tocado por los títulos exprés para policías, dice no extrañarse de nada. "Cuando dábamos el curso de experto en tres cursos, había quien, previo pago, prefería sacarse el título online en un solo año en no sé qué universidad de Barcelona. Me puedo creer todo lo que me cuenten porque hay mucha necesidad de mayores ingresos o de dar carga docentes a profesores que se quedan sin contenido".

Para el catedrático de Derecho consultado, "las dudas comienzan cuando se analiza cómo se controla el nivel y los mecanismos de evaluación en la enseñanza online y presencial, pública o privada. Para nadie es un secreto, sino una obviedad, que el objetivo de toda empresa privada es el lucro. En consecuencia, nada que objetar a que las universidades privadas se hayan lanzado a una oferta indiscriminada de másters, destinados no a cubrir necesidades generales ni a implementar una política universitaria coherente, que para ese marrón ya está la pública, sino dirigidos a asegurar el éxito profesional de quien puede pagarlos. Son másteres que garantizan un alto nivel de ingresos, dado que las matrículas son elevadas, frente a las exigidas en los estudios de grado, que son bajas. Así se distribuye el trabajo: las públicas asumen la formación de grado, mientras las privadas se orientan a la oferta de másteres, más rentables, económica e ideológicamente. Es el mercado de trabajo el que selecciona no por los títulos sino por lo que de conocimiento real representan, si es que lo representan. Pero en la carrera política basta con aportar un título. La rentabilidad económica y política de los másteres requiere que haya una demanda real, que se puede potenciar mediante la rebaja fáctica de requisitos para lograr la titulación. Eso siempre asegura un número suficiente de alumnos. Pagan, pero exigen. ¿Conocimiento? No. Exigen el aprobado. El fenómeno es detectable también en la pública, sobre todo en algún vivero de la clase política"·

Para otro profesor, doctor en Ciencia Política, "las universidades tradicionales siguen teniendo más solvencia, aunque las grandes universidades del mundo tienen cursos online gratis para democratizar la enseñanza, sobre todo pensando en países con universidades débiles. La onlinealidad no es un problema si se hace bien; es más, es una ventaja. Es un modelo que permite que no tengan que coincidir el docente y el alumno en tiempo y espacio, permite que personas que trabajan puedan engancharse o no desengancharse o mujeres del ámbito rural, prisiones... Y permite acceder a una formación hiperespecializada. La flexibilidad va a ser unos de los elementos del futuro. Dicho esto, si lo que haces es poner pdf en línea pero no verdaderos campus, con tutores, materiales adaptados... pues lo que tienes es un chiringuito online".

Por eso, este profesor no diferencia el modelo de enseñanza, "no es ese el problema, sino la seriedad que haya detrás. La UNED es semipresencial y hay carreras donde la gente sale superpreparada". Aún así, defiende el modelo presencial. "Ya no existe eso de me pasas los apuntes porque todo está para todos en el campus y puedes contactar cuando quieras con el docente. Pero lo presencial desarrolla competencias, maduración, interactuación, aprender a tolerar a tus compañeros... Ahí la universidad online no puede competir. No sólo das un título, configuras a futuros profesionales y elites del país".

Sobre estas nuevas universidades nacidas al albur del online, sabe que "hay profesores jóvenes muy motivados que no encuentran hueco y que quieren hacerse un futuro. Trabajan como bestias y no en las mejores condiciones aunque, claro, también hay gente de muy poco nivel. No hay gente relevante ni tienen actividad investigadora porque no pueden competir en potencia de atracción de talento con las públicas. Pero, en realidad, siempre han existido centros de menor nivel y menor exigencia. Siempre ha habido universidades en las que si querías ser licenciado sin pensar mucho te matriculabas ahí".

Desde Ciencias de la Educación un catedrático afirma lamentar que dentro del sistema "existan universidades politizadas desde su misma raíz y donde sus títulos se obtienen como las simonías".

Un profesor titular de Psicología de la UCA intenta llegar al origen de la situación. "En un momento determinado las universidades intentan captar estudiantes pues mientras más tengan, más financiación reciben. Por eso empiezan a dar facilidades. La UCA, por ejemplo, puso algunos estudios de forma semipresencial, impulsando la implantación del campus virtual. Los alumnos tenían los materiales, recursos y actividades y evaluación en la plataforma y asistían a clases presenciales cada 15 días. Pero siempre había exámenes presenciales finales. El estudiante se tenía que sentar delante de un examen, hacerlo y aprobarlo. Con el desarrollo de los nuevos grados con el plan Bolonia, muchas universidades privadas pusieron en marcha sistemas para convalidar antiguos grados en nuevo; por ejemplo, los estudios de maestros antiguos por los nuevos grados, y eso fue una forma de hacer negocio que hizo que la gente gastase dinero para tener un título que tiene la misma validez para optar a un puesto de trabajo. También en el caso de los policías que ahora son criminólogos. Lo que hicieron las universidades fue convalidar estudios de criminología que no eran oficiales por los grados actuales, haciendo algunas asignaturas y determinadas prácticas. En relación con los máster hay que distinguir un máster oficial, es decir, los que firma el Rey, de los títulos propios que tienen las universidades. En el caso de Cifuentes, oficial o no, luce bonito en el currículum, pero ese capricho nos está costando muy caro".

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