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Provincia de Cádiz

Casi 4 años por abusar de su sobrina, víctima también de sus padres

  • La fiscal solicitó 14 años pero el tribunal no ve probado que hubiese penetración

La Audiencia Provincial de Cádiz ha condenado a 3 años y 9 meses de prisión a J.M.R. porque considera probado que en reiteradas ocasiones de diferentes fechas de 2005 abusaba de una sobrina cuando ella acudía a su domicilio, en Barbate. La menor tenía entonces 13 años de edad. La fiscal solicitó 14 años de cárcel por un delito continuado de violación. Pero el tribunal argumenta que no está suficientemente acreditado que hubiese penetración, que el testimonio de la víctima no es lo suficientemente sólido como para estimar que eso ocurriese.

La joven tiene una edad mental de 9 años. Reside en un centro de Afanas. Sus padres fueron condenados en marzo de 2009 por la Audiencia Provincial a seis años, un mes y quince días de cárcel por varios delitos. La sentencia explicaba que el padre de la menor abusaba sexualmente de ella y que su madre no sólo lo consentía sino que la amenazaba con represalias si revelaba lo que estaba sucediendo en su casa. La resolución también relataba que los seis hijos de esa pareja recibían golpes sin motivo, palizas. Y que a la joven que luego señaló también a su tío como agresor sexual, le daban de comer las sobras. En ese domicilio familiar había una depravación ambiental severa, afirmaba la sentencia.

El tío de la menor negó en el juicio, celebrado a principios del pasado noviembre, que violase o abusase de su sobrina.   Atribuyó la denuncia a una venganza de los padres de la joven. Dijo que él facilitó información en su día a los Servicios Sociales sobre cómo eran tratados los menores por sus padres y que la respuesta fue la denuncia que lo llevó al banquillo.

La sentencia de la Sección Tercera, de la que ha sido ponente la magistrada Ana María Rubio, relata en cambio que el procesado forzaba a su sobrina a desnudarse, que la sometía a tocamientos por todo su cuerpo y que le decía que le pegaría si se lo contaba a alguien. La menor gritaba, lloraba y pedía al acusado que la dejara tranquila y que le permitiese irse pero él no le hacía caso, señala la resolución.

El tribunal sostiene que el acusado se aprovechaba de una víctima especialmente vulnerable: sabía que la menor no tenía a quien acudir para pedir ayuda y que no podía confiar en sus padres para que le prestaran auxilio.

El procesado, agrega la sentencia, compañero sentimental de la hermana de la madre de la menor, conocía el estado de abandono, en el más amplio sentido de la palabra, que presentaban tanto la adolescente como sus hermanos. Sabía de la situación evidente de minusvalía de la menor provocada por su enfermedad mental. Se aprovechaba de eso, de que la menor estaba indefensa, a su merced, sin posibilidad de pedir ayuda y de ser ayudada por nadie, para saciar sus deseos libidinosos.

Sólo cuando la menor sale del entorno familiar y es internada en un centro de Afanas empieza a relatar su experiencia traumática.

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