Provincia de Cádiz

Están dando 'caló' con...

Están dando 'caló' con...

Están dando 'caló' con...

Debe ser que los niños de los ochenta son ahora tan mayores tan mayores que tienen el (ejem) dinero suficiente para que el mercado piense que pueden usarlo en rebozarse en nostalgia. Y lo hacen. Lo hacemos. Han vuelto cosas como los pantalones de cintura alta, las hombreras, la bisutería fosforita, las gafas de ver de aviador. Cosas, en fin, que creíamos únicas en su condición y dignas de la lista de un replicante. Vuelven, incluso, los replicantes -Ryan Gosling tomará el relevo a Harrison Ford en la nueva entrega de Blade Runner que se estrena este año-. Y los ejemplos no se quedan precisamente cortos. Aquí estamos, esperando nerviosos la nueva versión de It y rememorando lo que hizo con nuestra salud mental El misterio de Salem´s Lot.

Y el mundo de las series no se queda precisamente atrás, sino que toma la avanzadilla. Ahí están The Americans, recordándonos la de juego que podía darte la década si te dedicabas al espionaje. Y, por supuesto, Stranger Things, que sorprendió a todo el mundo con esa zambullida a barrigazo limpio en la orgía nostálgica, mezclando referencias sentimentales directas a ET y Los Goonies. Recuperaba incluso, en guiño perfecto, a un rostro conocido para toda esa generación, el de Winona Ryder. En lo que se ha adelantado de la segunda entrega de la serie -a tiempo para Halloween, como diría nuestro niño interior-, la historia parace llamar a la puerta de Encuentros en la Tercera Fase y/o La Guerra de los Mundos, y los protagonistas llevan monos a lo Cazafantasmas -otra más-.

Quizá el momento más reseñado de Stranger Things sea el que da la clave de toda esta vuelta a los 80: el de las luces de Navidad. Aquí, justo ahí, latía el sentido de la maravilla. Ahí llegó el Delorean y nos transportó directos a los niños que fuimos. Qué sensación, la de volver a creer.

Pero para monumento referencial, ahí está Glow, con sus mallas de muslamen alto y sus calentadores -"Imposible no confiar en un hombre con el bigote lleno de coca"-. Y uno de los mejores chistes autoreferenciales que se han podido hacer -spoiler, spoiler, queridos copitos de nieve-. Uno de los protagonistas, un director fracasado, cuenta cuál es el proyecto de su vida: Mothers & Lovers, una historia en torno a un chico con complejo de Edipo que viaja al pasado y se encuentra con su madre adolescente, que se lo quiere ligar. Una versión algo más dura, digamos, de Regreso al futuro. La versión que, precisamente, se pasó años rodando por los despachos de Hollywood.

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